A veces suelo pensar que el mundo es alguien ajeno a mí, que me hace querer sumergirme en la soledad y abstraerme de él, ese mundo el cual no comprendo y que siento tan distante, aunque me esfuerce, siento que no pertenezco a él. Vivo en la ilusión que soy diferente, especial, un ser de otro planeta que sólo viene a aprender de este mundo aquellas cosas que podrían volverme un ser humano. Al principio buscaba encajar en él, ser parte de él y vivir bajo sus fundamentos. Luego comencé a crecer y a cuestionarme muchos de esos principios tan ilógicos algunos, tan irónicos otros siempre intentando descubrirme bajo sus etiquetas, pero ahora me doy cuenta que como todo, no es más que una ilusión, el reflejo de todas mis dudas y cuestionamientos, la extensión de mi propia mente personificada en almas itinerantes que vagan sin sentido.
Parecen tan seguras que a ratos me hacen pensar que ya lo han descubierto. El sentido de sus vidas, digo, eso me hace sentir una ignorante y ermitaña en un mundo que no me necesita. Pero luego pienso en las hormigas, parecen tan insignificantes, tan diminutas e inservibles que llegaba a preguntarme el porqué de su existencia. Quien diría que ellas inician el ciclo del cual se desprende mi propia vida y cual engranaje contribuyen al equilibrio en la tierra.
No vemos el mundo como es, sino como somos es una frase que extraje de un sitio web de frases y citas que me inspiró. Cada uno ve lo que ve de acuerdo a su propia experiencia, la explicación del mundo es a través de unos ojos que no vieron las mismas cosas que yo, y de acuerdo a eso es cómo lo damos a conocer. Prejuicios y etiquetas suelen enturbiar esos pensamientos alterando la realidad, pero qué realidad, ni idea. Ya no sé lo que es real de lo que no, vivo inmersa en la ilusión, mí perspectiva del mundo. Un mundo que he creado para mí donde no soy parte de él y donde tampoco quiero serlo.
Decir nada
Que tenga algo que decir, no significa necesariamente que siempre tengo que decirlo, muchas veces sólo con no decir nada, estoy comunicando lo necesario. Esta es una lección que recién ahora estoy aprendiendo.
Mi costumbre era siempre decir lo que pienso, me exponían un tema y esperaba poder dar mi opinión al respecto. Me preguntaban acerca de alguna situación en particular y ansiosa me apresuraba a contestar. Fue durante un suceso cotidiano, que empecé a darme cuenta que en ocasiones es mejor simplemente quedarme callada y tomar atención, que expresar abiertamente mis pensamientos. Mi sobrina preparaba un hot cake muy entusiasmada, luego de algunos intentos en la sartén uno finalmente le había quedado decente, ella muy emocionada me llamó para mostrarme como había quedado. A mí no me pareció gran cosa, la forma de aquel bocado era irregular y estaba algo quemado, cosa que inmediatamente le hice saber. Satisfecha me devolví a atender lo que había dejado. De lejos pude oír a mi sobrina hablarle al hot cake muy tiernamente consolándolo por aquellas duras palabras.
Hace un par de días mi tía había recibido la noticia que era muy probable que tuviera cáncer a una de sus mamas. Pasó después de su cita con el médico a contarme intentando buscar consuelo en mis palabras, esperando quizá sentirse apoyada en tan duro momento. Sin pensarlo demasiado le expuse toda una charla de lo que debía hacer de ahora en adelante y de cómo debía tomarlo. Su reacción, simplemente fue dar media vuelta y se marchó sin decir nada.
Unos días más tarde, ya angustiada llamó a casa diciendo que ya no podía más, acto seguido cortó comunicación. Mientras conducía hacia allá, pensaba en qué debía decirle, en aquel otro momento en que sabía que no se había sentido apoyada, y cómo remediarlo en esta oportunidad. Cuando llegué a su casa, simplemente me acerqué a ella y cayó descompuesta a mis brazos en un mar de lágrimas incontrolables, de sollozos sin aliento y de miles de preguntas que no intenté responder, solo en silencio me apresuré a sostenerla. Habló durante mas de una hora donde permanecí siempre atenta simplemente escuchándola. De apoco fui sintiendo cómo este silencio era mucho mas acogedor que mis rebuscadas palabras y fue así como se fue calmando hasta volver a incorporarse.
Había olvidado lo bien que se siente que te escuchen, que se den el tiempo simplemente para hacerte sentir el centro de la atención. Así también olvidé que las otras personas también tienen algo que decir, algo tan valioso e interesante como mi propia opinión. A veces uno no importa, y si el otro, un otro que necesita ser escuchado, que le basta solo con una mirada atenta y un hombro cálido que lo reciba. ¿O acaso importa que el hot cake haya quedado deforme o en un punto de cocción sobrepasado, o que un vestido no se amolde por completo a una silueta femenina, o que una corbata no combine con los pantalones, a veces lo más simple es lo suficiente, una mirada, un asentimiento con la cabeza, una sonrisa o simplemente un silencio dicen exactamente lo que se necesita.
Mi costumbre era siempre decir lo que pienso, me exponían un tema y esperaba poder dar mi opinión al respecto. Me preguntaban acerca de alguna situación en particular y ansiosa me apresuraba a contestar. Fue durante un suceso cotidiano, que empecé a darme cuenta que en ocasiones es mejor simplemente quedarme callada y tomar atención, que expresar abiertamente mis pensamientos. Mi sobrina preparaba un hot cake muy entusiasmada, luego de algunos intentos en la sartén uno finalmente le había quedado decente, ella muy emocionada me llamó para mostrarme como había quedado. A mí no me pareció gran cosa, la forma de aquel bocado era irregular y estaba algo quemado, cosa que inmediatamente le hice saber. Satisfecha me devolví a atender lo que había dejado. De lejos pude oír a mi sobrina hablarle al hot cake muy tiernamente consolándolo por aquellas duras palabras.
Hace un par de días mi tía había recibido la noticia que era muy probable que tuviera cáncer a una de sus mamas. Pasó después de su cita con el médico a contarme intentando buscar consuelo en mis palabras, esperando quizá sentirse apoyada en tan duro momento. Sin pensarlo demasiado le expuse toda una charla de lo que debía hacer de ahora en adelante y de cómo debía tomarlo. Su reacción, simplemente fue dar media vuelta y se marchó sin decir nada.
Unos días más tarde, ya angustiada llamó a casa diciendo que ya no podía más, acto seguido cortó comunicación. Mientras conducía hacia allá, pensaba en qué debía decirle, en aquel otro momento en que sabía que no se había sentido apoyada, y cómo remediarlo en esta oportunidad. Cuando llegué a su casa, simplemente me acerqué a ella y cayó descompuesta a mis brazos en un mar de lágrimas incontrolables, de sollozos sin aliento y de miles de preguntas que no intenté responder, solo en silencio me apresuré a sostenerla. Habló durante mas de una hora donde permanecí siempre atenta simplemente escuchándola. De apoco fui sintiendo cómo este silencio era mucho mas acogedor que mis rebuscadas palabras y fue así como se fue calmando hasta volver a incorporarse.
Había olvidado lo bien que se siente que te escuchen, que se den el tiempo simplemente para hacerte sentir el centro de la atención. Así también olvidé que las otras personas también tienen algo que decir, algo tan valioso e interesante como mi propia opinión. A veces uno no importa, y si el otro, un otro que necesita ser escuchado, que le basta solo con una mirada atenta y un hombro cálido que lo reciba. ¿O acaso importa que el hot cake haya quedado deforme o en un punto de cocción sobrepasado, o que un vestido no se amolde por completo a una silueta femenina, o que una corbata no combine con los pantalones, a veces lo más simple es lo suficiente, una mirada, un asentimiento con la cabeza, una sonrisa o simplemente un silencio dicen exactamente lo que se necesita.
El cáncer y el entendimiento de la vida
Entender cómo funciona la vida, de qué se trata y cuál es nuestro objetivo en ella es un pendiente que nos toma toda nuestra existencia. Cada situación, cada experiencia y cada suceso nos van develando un poco de este enigma y está enfocado a hacer de nuestro entorno un lugar mejor. Sin embargo, cuando estas incógnitas se nos van develando comprendemos las dimensiones de lo que nos queda aún por descubrir, al mismo tiempo en que nos damos cuenta de que es en realidad algo que ya sabíamos, por eso se le llama descubrimiento, es información con la que siempre hemos convivido, desde un principio, pero que su entendimiento paulatino y segmentado es quien nos facilita su comprensión y su asimilación.
A qué viene toda esta profunda reflexión a esta hora de la madrugada, pues simplemente a un hecho, entre tantos que han llamado mi atención. El título de esta publicación, el cáncer y el entendimiento de la vida, se debe a la conexión de puntos que justamente hoy me hicieron sentido. Tiempo atrás, cuando estaba en un proceso mental y espiritual inestable, en una de las citas con la terapeuta holística, ella me comentó que la explicación espiritual del cáncer no era otra que la pérdida de identidad. Eso a raíz de mi historial familiar en el que ya 3 parientes cercanos habían muerto aquejados por esta enfermedad.
A raíz de este comentario es que comencé a investigar más a fondo el tema de las enfermedades en términos espirituales, buscando y corrigiendo el origen más que el síntoma que nos aqueja. Un origen que tengo la certeza se encuentra en la condición espiritual más que en lo físico y que es en este último en que se manifiesta como llamado de alerta para atender alguna deficiencia emocional.
Hoy, por primera vez y a raíz de una situación de emergencia que vive un pariente cercano operado de un tumor canceroso, es que decidí conocer qué es y cómo funciona el cáncer en el cuerpo humano.
La primera persona que vi enferma de cáncer fue una escena impactante que aún permanece fresca en mi memoria. La vecina de una tía había sido diagnosticada de cáncer de mamas en aquellos tiempos en que aún no se sabía mucho y eran muy pocos quienes lo padecían. Recuerdo el olor a putrefacción que sentí al entrar en su habitación y aún más la herida, similar a una quemadura grado 3 que rodeaba su pecho el cual mantenía al descubierto de manera que el aire en algo lograra aliviar su intenso dolor. La pus hervía en algunos sectores más afectados dejando ver lo monstruoso de esta enfermedad.
El cuerpo funciona en base a células, éstas almacenan y controlan la información para la superviviencia. En condiciones de diagnóstico de cáncer, las células se aferran a su continuidad y aún muertas no son desechadas, se acumulan formando un bulto o tumor denso en la zona afectada. El descontrol también afecta su reproducción que siendo innecesaria continúa multiplicándose y entorpeciendo el normal funcionamiento de él o los órganos afectados.
Entender este proceso me motivó a entablar algunas teorías de sus causas. La vida nos ha sido entregada para vivirla, en ella, cada cosa que hagamos cuenta. El tiempo es solo una ilusión, y frente a esta base es que las cosas que hagamos aquí no tienen mucho sentido si es que no somos felices haciéndolas. Las células, el origen de nuestra existencia entienden esto claramente, al parecer más claro que nosotros, que ante cualquier eventualidad, cualquier desvío, cualquier merma en nuestro amor propio actúa y se pone en alerta haciéndonos un llamado de atención.
Muchos pacientes que son diagnosticados de cáncer suelen tomar serias medidas frente a la forma de vida que llevaban hasta ese momento. Comienzan a ponerle atención a las metas u objetivos que se habían planteado y, hacen a un lado todas aquellas cosas en las que no se sentían cómodos, comienzan recién ahí a vivir sus vidas.
Por qué esperar a que nos diga un doctor que tenemos cáncer para comenzar a vivir. Por qué cambiamos inmediatamente la forma en que habíamos visto la vida y de pronto nos damos cuenta que en todo este tiempo no habíamos tenido la capacidad de tomar las riendas de nuestro propio destino y que somos capaces de hacer que las cosas sucedan.
Entender esta enfermedad me ayudó a mirar la vida con otros ojos. Y a darme cuenta que no quiero que me diagnostiquen una enfermedad terminal para cambiar drásticamente la forma en que estoy viviendo mi vida. No quiero que mi cuerpo se pudra en un intento por vivir una vida en la que no soy la protagonista. No quiero sentir ese malestar físico de un espíritu putrefacto que se aferra a la ilusión del tiempo en pro de darme una oportunidad para vivir como realmente soy.
El cáncer me ha enseñado lo más importante, me ha mostrado con su devastadora intervención que el presente es lo único que cuenta y que no hay otro tiempo mejor que el ahora para decidir qué hacer con esta vida, mi vida.
Me gustaría pensar que este llamado de atención llega a tiempo para quienes ya padecen cáncer, me gustaría pensar que ellos ya han descubierto quienes son y han tomado esta experiencia como una oportunidad y no como el final de su existencia. Aún cuando he vivido de cerca el proceso con mis parientes, estoy consciente que el dolor y la incertidumbre es algo que no voy a saber de qué se trata solo hasta sentirlo en carne propia. No pretendo, con estas palabras, desentenderme de su dolor, muy por el contrario es justamente por que quiero entenderlo el motivo de compartir esta reflexión con quien quiera recibirla.
A qué viene toda esta profunda reflexión a esta hora de la madrugada, pues simplemente a un hecho, entre tantos que han llamado mi atención. El título de esta publicación, el cáncer y el entendimiento de la vida, se debe a la conexión de puntos que justamente hoy me hicieron sentido. Tiempo atrás, cuando estaba en un proceso mental y espiritual inestable, en una de las citas con la terapeuta holística, ella me comentó que la explicación espiritual del cáncer no era otra que la pérdida de identidad. Eso a raíz de mi historial familiar en el que ya 3 parientes cercanos habían muerto aquejados por esta enfermedad.
A raíz de este comentario es que comencé a investigar más a fondo el tema de las enfermedades en términos espirituales, buscando y corrigiendo el origen más que el síntoma que nos aqueja. Un origen que tengo la certeza se encuentra en la condición espiritual más que en lo físico y que es en este último en que se manifiesta como llamado de alerta para atender alguna deficiencia emocional.
Hoy, por primera vez y a raíz de una situación de emergencia que vive un pariente cercano operado de un tumor canceroso, es que decidí conocer qué es y cómo funciona el cáncer en el cuerpo humano.
La primera persona que vi enferma de cáncer fue una escena impactante que aún permanece fresca en mi memoria. La vecina de una tía había sido diagnosticada de cáncer de mamas en aquellos tiempos en que aún no se sabía mucho y eran muy pocos quienes lo padecían. Recuerdo el olor a putrefacción que sentí al entrar en su habitación y aún más la herida, similar a una quemadura grado 3 que rodeaba su pecho el cual mantenía al descubierto de manera que el aire en algo lograra aliviar su intenso dolor. La pus hervía en algunos sectores más afectados dejando ver lo monstruoso de esta enfermedad.
El cuerpo funciona en base a células, éstas almacenan y controlan la información para la superviviencia. En condiciones de diagnóstico de cáncer, las células se aferran a su continuidad y aún muertas no son desechadas, se acumulan formando un bulto o tumor denso en la zona afectada. El descontrol también afecta su reproducción que siendo innecesaria continúa multiplicándose y entorpeciendo el normal funcionamiento de él o los órganos afectados.
Entender este proceso me motivó a entablar algunas teorías de sus causas. La vida nos ha sido entregada para vivirla, en ella, cada cosa que hagamos cuenta. El tiempo es solo una ilusión, y frente a esta base es que las cosas que hagamos aquí no tienen mucho sentido si es que no somos felices haciéndolas. Las células, el origen de nuestra existencia entienden esto claramente, al parecer más claro que nosotros, que ante cualquier eventualidad, cualquier desvío, cualquier merma en nuestro amor propio actúa y se pone en alerta haciéndonos un llamado de atención.
Muchos pacientes que son diagnosticados de cáncer suelen tomar serias medidas frente a la forma de vida que llevaban hasta ese momento. Comienzan a ponerle atención a las metas u objetivos que se habían planteado y, hacen a un lado todas aquellas cosas en las que no se sentían cómodos, comienzan recién ahí a vivir sus vidas.
Por qué esperar a que nos diga un doctor que tenemos cáncer para comenzar a vivir. Por qué cambiamos inmediatamente la forma en que habíamos visto la vida y de pronto nos damos cuenta que en todo este tiempo no habíamos tenido la capacidad de tomar las riendas de nuestro propio destino y que somos capaces de hacer que las cosas sucedan.
Entender esta enfermedad me ayudó a mirar la vida con otros ojos. Y a darme cuenta que no quiero que me diagnostiquen una enfermedad terminal para cambiar drásticamente la forma en que estoy viviendo mi vida. No quiero que mi cuerpo se pudra en un intento por vivir una vida en la que no soy la protagonista. No quiero sentir ese malestar físico de un espíritu putrefacto que se aferra a la ilusión del tiempo en pro de darme una oportunidad para vivir como realmente soy.
El cáncer me ha enseñado lo más importante, me ha mostrado con su devastadora intervención que el presente es lo único que cuenta y que no hay otro tiempo mejor que el ahora para decidir qué hacer con esta vida, mi vida.
Me gustaría pensar que este llamado de atención llega a tiempo para quienes ya padecen cáncer, me gustaría pensar que ellos ya han descubierto quienes son y han tomado esta experiencia como una oportunidad y no como el final de su existencia. Aún cuando he vivido de cerca el proceso con mis parientes, estoy consciente que el dolor y la incertidumbre es algo que no voy a saber de qué se trata solo hasta sentirlo en carne propia. No pretendo, con estas palabras, desentenderme de su dolor, muy por el contrario es justamente por que quiero entenderlo el motivo de compartir esta reflexión con quien quiera recibirla.
Lo que te lleva
El misterio de la libélula, una película del año 2002 de esas que siempre dan ganas de volver a verla. Paisajes selváticos, el siempre agradable a la vista Kevin Costner y una trama misteriosa que te mantienen atento al curso de los acontecimientos.
"La Fe es lo que te lleva" fue la frase que, en esta oportunidad capturó mi atención. La Fe, un misterio para mí, ha sido motivo de varias publicaciones en este blog, y aunque aún, y luego de todas esas reflexiones, no he logrado comprender de qué se trata, de algún modo he ido descubriendo señales que me han dejado tranquila, al menos por un momento, en mi afán por querer entender cómo funciona.
Estoy completamente de acuerdo con esta afirmación que hace el protagonista al final del film. Definitivamente la Fe es lo que te motiva a continuar aún cuando el escenario es adverso. El hombre, hablando en término genérico, tiende a garantizar el éxito antes de iniciar cualquier tipo de emprendimiento. De forma similar a cómo funciona el marketing, analiza el escenario al cual se enfrenta ante a lo cual establece una estrategia de cómo abordarlo para lograr el objetivo que se haya planteado. El hombre actúa de forma similar intentando prever cualquier situación que pudiese mermar los resultados esperados.
Sin embargo, hay oportunidades, al menos en lo personal, en que aunque todo indica que no saldré victoriosa, que las condiciones no son las adecuadas y en donde mi lista de contras suele ser más larga que la de pros, que me lanzo ciegamente por que confío, quiero y me aferro a la idea que todo saldrá bien.
Siguiendo con el ejemplo del marketing, cuando Steve Jobs decidió lanzar el iphone al mercado, le mostró el prototipo a uno de sus cercanos quien después de revisarlo e interactuar con él le indicó que tal vez eso no funcionaría, puesto que la gente ya estaba acostumbrada a las teclas. Steve nunca hacía estudios de mercado, simplemente partía con la convicción de que él sabía lo que la gente necesitaba.
Intuición, esperanza, convicción, confianza, no puedo decir con certeza si alguno de estos conceptos se acerca mas a lo que es la Fe, es algo que sólo surge y que da el impulso para lanzarse ciegamente con la certeza de que al final todo saldrá bien.
"La Fe es lo que te lleva" fue la frase que, en esta oportunidad capturó mi atención. La Fe, un misterio para mí, ha sido motivo de varias publicaciones en este blog, y aunque aún, y luego de todas esas reflexiones, no he logrado comprender de qué se trata, de algún modo he ido descubriendo señales que me han dejado tranquila, al menos por un momento, en mi afán por querer entender cómo funciona.
Estoy completamente de acuerdo con esta afirmación que hace el protagonista al final del film. Definitivamente la Fe es lo que te motiva a continuar aún cuando el escenario es adverso. El hombre, hablando en término genérico, tiende a garantizar el éxito antes de iniciar cualquier tipo de emprendimiento. De forma similar a cómo funciona el marketing, analiza el escenario al cual se enfrenta ante a lo cual establece una estrategia de cómo abordarlo para lograr el objetivo que se haya planteado. El hombre actúa de forma similar intentando prever cualquier situación que pudiese mermar los resultados esperados.
Sin embargo, hay oportunidades, al menos en lo personal, en que aunque todo indica que no saldré victoriosa, que las condiciones no son las adecuadas y en donde mi lista de contras suele ser más larga que la de pros, que me lanzo ciegamente por que confío, quiero y me aferro a la idea que todo saldrá bien.
Siguiendo con el ejemplo del marketing, cuando Steve Jobs decidió lanzar el iphone al mercado, le mostró el prototipo a uno de sus cercanos quien después de revisarlo e interactuar con él le indicó que tal vez eso no funcionaría, puesto que la gente ya estaba acostumbrada a las teclas. Steve nunca hacía estudios de mercado, simplemente partía con la convicción de que él sabía lo que la gente necesitaba.
Intuición, esperanza, convicción, confianza, no puedo decir con certeza si alguno de estos conceptos se acerca mas a lo que es la Fe, es algo que sólo surge y que da el impulso para lanzarse ciegamente con la certeza de que al final todo saldrá bien.
Qué siento cuando siento
Sabían que el mecanismo de la sed es tan débil que suele confundirse con hambre. Con el simple hábito de beber un vaso con agua antes de saciar esa sensación con comida, lograríamos mejoras visibles tanto en nuestra salud como en la apariencia.
Siguiendo este mismo antecedente, es que me detuve a pensar en qué otras situaciones en la vida llegamos a confundirnos.
Partiendo de la base en que el ser humano es un ser confuso, tanto más lo es su complejo modo de relacionarse con su entorno y con sí mismo. Resulta sencillo notar las cualidades y defectos de otras personas, criticarlos, alabarlos y hasta prejuiciarlos es una actitud que nos sale fácil aún cuando nadie a pedido nuestra opinión. Pero hay que ver qué dificil nos resulta definirnos a nosotros mismos con la misma propiedad, seguridad y hasta asertividad. Sentimos la autoridad de referirnos de nosotros por el sólo hecho de ser quienes más pasamos tiempo con nosotros mismos. Sin embargo, y a pesar de lo que pudiera pensarse al respecto, no nos conocemos tanto como debieramos. No he conocido persona alguna que pueda explicarme quién es y no responder con su nombre u ocupación. Solemos creer que somos como nos llamamos o a lo que nos dedicamos. Ciertamente que eso no es lo que somos. Somos, sin duda, más que un nombre, más que una profesión o algún oficio al que nos dediquemos a ejercer.
Llegué a desarrollar este tema debido a un comentario que mi cuñada hizo al tratar de explicar cómo se sentía ante una situación en particular, que no recuerdo y que no viene al caso tampoco ahondar. Ella simplemente mencionó que "le daba cosa", siento un "no se qué" no pudiendo definir con claridad la sensación que experimentaba.
Asco, miedo, repulsión, pena, cuántas veces nombramos algún sentimiento cualquiera para definir una emoción que no podemos explicar. Cuántas, confundimos con pena la frustración, con asco la repulsión y así nos ha pasado con otros sentimientos que no nos detenemos a pensar y que simplemente catalogamos arbitrariamente.
Confundimos sentimientos, al igual que como con la sed, y nos dejamos convencer con un término erróneo y por ahorrarnos el tiempo de pensar tal vez, o simplemente por comodidad quedamos conformes con ese concepto. Y por qué será necesario tener claro qué sentimos cuando sentimos, pues por que al saber cuál es el problema, podemos llegar a una mejor solución. Teniendo clara la enfermedad, sabremos con qué remedio tratarla. Tomarnos un momento para identificar la emoción marcaría la diferencia en cómo abarcar el problema para poder superarlo. Cuántos llantos nos ahorraríamos si pudiéramos entender lo que nos sucede y cómo nos afecta; poder transmitir ese sentimiento con precisión a los demás para que sepan cómo pueden ayudarnos. Penas, miedos, rabias, frustraciones, pudieran parecer una misma cosa pero al analizarla en detalle cada una encontraríamos matices que nos darían la clave para generar la medicina, veríamos que se refieren quizá a distintos grados de intensidad, qué se yo. Podríamos calmar con un vaso con agua lo que estamos atacando con comida.
Siguiendo este mismo antecedente, es que me detuve a pensar en qué otras situaciones en la vida llegamos a confundirnos.
Partiendo de la base en que el ser humano es un ser confuso, tanto más lo es su complejo modo de relacionarse con su entorno y con sí mismo. Resulta sencillo notar las cualidades y defectos de otras personas, criticarlos, alabarlos y hasta prejuiciarlos es una actitud que nos sale fácil aún cuando nadie a pedido nuestra opinión. Pero hay que ver qué dificil nos resulta definirnos a nosotros mismos con la misma propiedad, seguridad y hasta asertividad. Sentimos la autoridad de referirnos de nosotros por el sólo hecho de ser quienes más pasamos tiempo con nosotros mismos. Sin embargo, y a pesar de lo que pudiera pensarse al respecto, no nos conocemos tanto como debieramos. No he conocido persona alguna que pueda explicarme quién es y no responder con su nombre u ocupación. Solemos creer que somos como nos llamamos o a lo que nos dedicamos. Ciertamente que eso no es lo que somos. Somos, sin duda, más que un nombre, más que una profesión o algún oficio al que nos dediquemos a ejercer.
Llegué a desarrollar este tema debido a un comentario que mi cuñada hizo al tratar de explicar cómo se sentía ante una situación en particular, que no recuerdo y que no viene al caso tampoco ahondar. Ella simplemente mencionó que "le daba cosa", siento un "no se qué" no pudiendo definir con claridad la sensación que experimentaba.
Asco, miedo, repulsión, pena, cuántas veces nombramos algún sentimiento cualquiera para definir una emoción que no podemos explicar. Cuántas, confundimos con pena la frustración, con asco la repulsión y así nos ha pasado con otros sentimientos que no nos detenemos a pensar y que simplemente catalogamos arbitrariamente.
Confundimos sentimientos, al igual que como con la sed, y nos dejamos convencer con un término erróneo y por ahorrarnos el tiempo de pensar tal vez, o simplemente por comodidad quedamos conformes con ese concepto. Y por qué será necesario tener claro qué sentimos cuando sentimos, pues por que al saber cuál es el problema, podemos llegar a una mejor solución. Teniendo clara la enfermedad, sabremos con qué remedio tratarla. Tomarnos un momento para identificar la emoción marcaría la diferencia en cómo abarcar el problema para poder superarlo. Cuántos llantos nos ahorraríamos si pudiéramos entender lo que nos sucede y cómo nos afecta; poder transmitir ese sentimiento con precisión a los demás para que sepan cómo pueden ayudarnos. Penas, miedos, rabias, frustraciones, pudieran parecer una misma cosa pero al analizarla en detalle cada una encontraríamos matices que nos darían la clave para generar la medicina, veríamos que se refieren quizá a distintos grados de intensidad, qué se yo. Podríamos calmar con un vaso con agua lo que estamos atacando con comida.
Felicidad v/s Tristeza
Hay personas que creen que ahora que me ven resuelta y autosuficiente no he sufrido en la vida. Que mi vida ha sido marcada con la suerte y que todo lo que tengo es cuestión del azar. Por un lado es bueno que todo lo que he vivido no se vea reflejado en mi apariencia, por un instante esa fue una de mis preocupaciones, no creí que en algún momento mi desastroso aspecto de amargura fuera a desaparecer, siempre pensé que en mis ojos quedaría tatuado el dolor que había en mi destrozado corazón, pero para mi ventura al parecer todo eso ya ha desaparecido, y el único vestigio que podría dejarme en evidencia sería mi propia lectura de dicha experiencia.
Es por esta razón que llegué a pensar en que tal vez un momento de felicidad pudiera borrar uno de tristeza y que todo ese dolor finalmente, podría haber sido disuelto.
¿Es que se me ve tan bien ahora?, qué puedo decir, quizá esa sea la razón por la que el resto cree que estoy tan bien parada ante la vida que pueden llegar y escupir en mi cara reprochándome, casi con envidia, que ellos no se sientan igual, Yo no entiendo a la gente, se pasa su vida planeando cómo alcanzar la felicidad y se olvidan de vivirla cada a día. Están tan preocupados de qué es lo que tienen que cambiar para encajar que no se dan cuenta que pueden sentirse satisfechos con lo que son, así tal cual, que es tan simple como que aprendan a aceptarse a sí mismos, lo otro es sólo una consecuencia de ello.
Por un momento sentí el deseo de contar mi historia, de refregarles en la cara todo cuanto había vivido, la causa de mi desdicha y todo mi proceso para salir adelante. Pero después de pensarlo bien no quiero eso, quiero vivir en adelante mirando sólo el momento. El pasado lo llevo conmigo y lo guardo como un recuerdo inolvidable del cual saqué muchas lecciones. Y recordé cómo estuve yo, las cosas que viví y como eso fue lo que me llevó a estar así ahora. Me gustaría poder explicarles todo eso, que entendieran que es solo una etapa, un proceso importante que deberán vivir para de un momento a otro, así de repente, sentirse satisfechos. Me afanaba al punto de la ansiedad, por enseñarles a todos a mi alrededor, el camino, ese que a mí me había traído hasta acá, pero ahí fue que me dí cuenta de que haga lo que haga cada uno tiene su momento, sus propias experiencias, su propio dolor, ese que es necesario vivr y el que más tarde te hará recordar quién eres y qué haces aquí. El que te hará pensar que tal vez con un momento de felicidad puedas borrar uno de tristeza.
Falta amor
Hoy, como tantas veces, fui sorprendida. Eso es justamente lo que me gusta de la vida, mi vida, que cada día algo logra sorprenderme, cautivarme y me deja reflexiva y conmovida. Suelo ir atenta a los mensajes que puedo obtener y que, en su mayoría provienen de lugares insospechados. Esta vez no fue la excepción. Ocurrió durante una de las reuniones habituales de los viernes en la fábrica donde trabajo. El tema en discusión, la deficiente calidad de las terminaciones de los muebles laminados.
Diversas opiniones surgieron al respecto por parte de los concurrentes: escasa supervisión, menor grado de destreza del maestro, falta de maquinaria especializada, entre otros. Pero fue el mismo dueño de la empresa quien manifestó como causal la falta de amor.
Me hicieron mucho sentido las palabras de mi jefe, quien expuso este tema con una humanidad que no sospeché que tendría. Tanto como su expresión, sus palabras calaron hondo dentro de mi y siguieron resonando durante toda la jornada inclusive cuando ya había terminado mi horario laboral.
He divulgado casi como un credo la importancia de poner amor en cada cosa que uno haga, pero hasta ese momento no habría comprendido del todo lo que eso significaba y sus repercusiones en el día a día. Lo veía como una frase utópica inaplicable a la cotidianidad, pero que sonaba bien al hablar.
Con esta frase logré capturar la esencia de todo cuanto me he esmerado en aplicar en mi vida. Amar debiera estar implícito en cada cosa que uno se proponga emprender, cual sea la naturaleza del asunto, finalmente será la clave del éxito. Desde una tarea cotidiana en casa, un puesto en el trabajo y hasta cuestiones familiares, el cuánto amor ponga cada quien es el que hará finalmente la diferencia de quien lo hace mejor.
Fue tal el nivel de iluminación que alcancé con esta experiencia, que entendí por qué algunas cosas no habían funcionado en mi vida, situaciones en las que me esmeré entregando todo mi esfuerzo por conseguirlas y que terminaron siendo destruidas y junto a ellas destruyendo parte de mi. Analicé cada aspecto de mi vida, los buenos y malos momentos; y descubrí en cada uno de ellos que el amor que había puesto durante su ejecución fue quien determinó el éxito o fracaso del mismo. Relaciones fallidas, trabajos abandonados, actividades simplemente dejadas a un lado. En todos ellos la constante, la falta de amor.
Me propuse, sin comprender bien qué significaba, que de ahora en adelante todo cuanto hiciera con mi vida debía haber amor, desbordante, apasionado, sincero, amor al fin y al cabo. Volver a enamorarme aún de esos hechos en los que me sentí herida y que juré jamás volver a repetir. Y aún así me envolví en una relación que sólo me satisfacía en el ámbito físico, intentando prescindir del verdadero propósito de una relación, al menos del que yo busco cada vez que me involucro.
Pedí a gritos la oportunidad de volver a enamorarme, enamorarme de las cosas, de los libros, de las personas, de mi misma. Enamorarse es una decisión consciente que tomo cada día cuando me siento involucrada, cuando pretendo extraer lo máximo de cada cosa que me rodea, de cada persona, de cada lugar. Vivir enamorada es aceptar y desprenderse, comprometerse y no adueñarse, es simplemente disfrutar el presente aprendiendo del pasado sin pensar en el futuro, es vivir el aquí y el ahora con la confianza de que a fin de cuentas obtendrás lo mejor.
Lo profeso, lo grito, lo espero y lo deseo con toda mi energía, quiero volver a enamorarme, así como lo estoy de mi trabajo y de mi familia, encontrar el amor en cada aspecto de mi vida, compartir esa satisfacción y poder influir en que otros también la encuentren.
Pierde la fe
No sabría cómo explicarlo. Pero es una sensación muy similar a la que veo en el video. Uno se esfuerza todo el tiempo en generar una actitud de confianza, de control en si mismo y en las cosas que deseas, cuando te das cuenta que a pesar de todo no da resultado. Ahí, cuando te ves superado por la situación y te das por vencido, ahí, recién ahí, llega lo que anhelaste.
Cuando tuve que explicarlo esta vez, fue algo así como, cuando pierdas la fe, ahí llegará. Es todo un proceso que parte en uno mismo, en el ego, en el control, en el afán de superioridad y autosuficiencia propio del ser humano, propio de mí, es algo más que confianza en si mismo, es ego en plena manifestación. Cuando crees tener el control, de ti mismo, de tus acciones y de tu entorno, ahí, en el límite de pronto te niegas a aceptar que no lo tienes, y que tal vez nunca lo tuviste y que la ilusión, esa esperanza de creer que si lo tenías, es la que te mantuvo en pié hasta ese momento. Tiempo después lo aceptas, y esa aceptación es más bien como una resignación, acompañado de congoja que te envuelve y te debilita, se sientes frágil y vulnerable, enojado y luego ya calmado, aceptas que eres sólo un ser humano, mortal, sensible, solitario. Y ahí, en esa humildad espiritual, de pronto, cuando ya no lo esperabas, sucede, sorpresivamente vuelves a creer, la desesperanza se vuelve esperanza y todo vuelve a comenzar.
Difícil amar
"La gente que es más difícil de amar, es la que más lo necesita". Una frase que extraje de la película "peaceful warrior", que por cierto recomiendo. Esta cita se instaló en mi mente y me hizo notar cuánto amor anhelo en realidad.
La verdad es que puedo decir con propiedad que soy una persona difícil de amar. Lo noté luego de mi afer veraniego y de sus resultados posteriores. Y también de otras tantas conversaciones de mis cercanos que me lo hacen ver cada día. Estoy aquí refugiándome en estas letras que no tienen cabida más que a quien, de algún modo azaroso llegue a ellas a través de un buscador o, de su desestimada navegación en la web; dirigiéndome a alguien inexistente, que en el anonimato, se hace receptor de mi mensaje.
Aquí puedo ser sincera conmigo y aceptar mis debilidades sin que ello provoque el temor de la vulnerabilidad que intento evitar. Me es difícil ahora mismo intentar definirme, por un lado creo ser una persona introvertida que no deja ver sus emociones y sentimientos, justamente cuando al llegar a casa las vuelco a un computador queriendo que alguien las descubra. Me muestro como una persona segura y arrogante, cuando sólo lo que soy es una niña frágil implorando respuestas. Esta dualidad me vuelve, en ratos, una persona desquiciada e inconsecuente.
Me volví una persona difícil de amar justo en el momento en que había comenzado a amar, cuando empezaba a experimentar ese sentimiento que busqué por tanto, y que me mostró sus dos caras sin discernimiento. Me propuse volver a amar casi como un reto intentando devolverle la vida a aquellas esperanzas que yacían agonizantes bajo las sábanas, en un intento por reponer fuerzas y comenzar a aceptar más y esperar menos, me volví de hierro creyendo que eso me haría más fuerte y, así sobrevivir a otra relación, una desinteresada y trivial de la cual salir ilesa.
Pero una vez más descubro que cuando se trata de sentimientos no tengo el control de mi misma. Ellos se desencadenan en mi interior y se expresan tan libremente que los envidio. Lograr ese nivel de libertad, de franqueza en donde mente y cuerpo están de acuerdo en qué sentir y qué expresar. Sólo puedo jactarme de esa sinceridad aquí, en mi laptop; frente a una pantalla vacía que recibe mis emociones sin debatir ni uno solo de mis argumentos.
Qué ironía, me cobijo en rótulo de ser imperturbable cuando en realidad soy fácilmente excitable. Hoy estoy muy triste, triste y alegre al mismo tiempo. Apenada por haber descubierto quién soy realmente y alegre por haberlo descubierto finalmente, o al menos acercado un poco más. Pretender que no tengo emociones es más bien mi intento por ocultarlas. Y al ocultarlas estoy negándome a sentir. Pero la verdad es que quiero sentir, quiero llorar a gritos otra vez, reír a carcajadas y volver a llorar. Quiero sentir que esta vida la estoy viviendo y no pretendiendo vivirla. Ya no sé qué más hacer, mi fe se ha visto nuevamente vulnerada, mis miedos afloran y hoy me siento más sola que nunca.
Todo lo que hago está enfocado a descubrir quién soy, y cada día me alejo más de mi propósito, una y otra vez lo que tengo es más información acerca de quién NO soy, y nada de eso me hace pensar que me acerco a mi objetivo. Sé que esto también es pasajero, como todo lo demás, e intento no aferrarme a ello, pero no puedo dejar pasar este momento de desasosiego sin desahogarme y escupir todo lo que tengo adentro. También sé que mañana estaré feliz como siempre, una felicidad habitual con la que he decidido vivir mi vida impidiéndome hacerme presa de la angustia. De esta angustia que no deja de atormentarme y que me hace estar aquí nuevamente esta noche buscando el consuelo, o al menos la liberación de todo cuanto hoy me acongoja. Sólo me queda aferrarme a la verdad, mi verdad, esta que me tiene hoy haciendo esta confidencia a ese mismo público inexistente quien es mi confesor y adversario a la vez pero que solo a través de estas líneas encuentro el cobijo que tanto necesito.
Un momento para llorar
Luego, cuando ya me fui haciendo más grande, lo que no quiere decir que más madura, fui entendiendo al llanto como una forma de manipulación y/o de vulnerabilidad, el proceder de una persona que, débil de carácter dejaba en evidencia su fragilidad y descontrol emocional.
No tengo miedo
No me he detenido precisamente en este punto a atender su significado y cómo es que funciona realmente, me he visto reducida ante él y ese indicio es suficiente para querer aminorar esa sensación de inseguridad que me impide tomar las decisiones que me he propuesto.
El amor es libertad
El contexto de esta frase pueda quizá confundirse, sin embargo, es válido para cualquier situación en la se experimente ese sentimiento.
Intentar definir el significado del amor es algo que, en este momento no me compete, una por que no tengo idea y otra por que no es el asunto que me convoca. Sé que existe por que lo he experimentado, o al menos tengo una vaga idea respecto de sus manifestaciones tanto físicas como emocionales. Más allá de querer explicar de qué se trata, solamente prefiero, por ahora enfocarme a sentirlo, vivirlo y disfrutarlo...
Tu nombre
No quiero pronunciar tu nombre;
pues temo con él recordarte
cual dulce sonido de su voz
envolvía mi garganta al besarte.
Frío como la lluvia en verano,
ansioso en la rama, el rocío
tu eco se siente en mi pecho
y resuena tu nombre vacío.
No quiero pronunciar tu nombre
pues con él viene todo lo hecho
momentos que derriten mi boca
y evocan nostalgia en mi pecho.
Toda reflexión ya tardía
impedida de total razonamiento
y cuál arrepentimiento
del roce de tu piel junto a la mía.
No quiero pronunciar tu nombre
cual yace ahora sin sentido
sin calor, ni olor, ni gusto
pues todo eso lo he perdido.
Sibaryta.-
Aprender a amar
"Con cada palabra vuelvo a vivir
a través de los ojos de otro.
Nos encontraremos por la noche
empapados por la lluvia
y nos sorprenderemos
por cómo nos calmamos
mutuamente el dolor.
Serás tú el que me encuentre sana y salva?
El amor es lo que se pierde
no lo que se encuentra. leer todo...
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