¡YA ES SUFICIENTE!

   El título de esta columna tiene dos acepciones. La primera resulta ser un llamado de atención, y que regularmente utilizamos cuando estamos enfurecidos y queremos que determinada actitud cese. Por otro lado, la frase se refiere a que ya no necesitas más de lo que tienes.


   Para ejemplificar ambos sentidos hay una historia:

Había una vez un rey que tenía un sirviente que era muy feliz. Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertaba al rey cantando y tarareando alegres canciones. Una sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre. Un día el rey lo mandó a llamar: ¿Cuál es es el secreto de tu alegría?- le preguntó 
_No hay ningún secreto Alteza. 
_¿Por qué estás siempre alegre y feliz? ¿eh? ¿por qué? 
_Majestad, no tengo razones para estar triste. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la Corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además, su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿cómo no estar feliz? 
_Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar- dijo el rey – Nadie puede estar feliz por esas razones que has dado. 
_Pero Majestad. No hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando... 
_Vete. ¡Vete antes de que llame al verdugo! 

El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación. 

El rey estaba como loco, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana, acordaron poder esa felicidad a prueba, llenaron un saquito con 99 monedas de oro y escribieron una nota:


“Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser buen hombre. 
Disfrútalo y no cuentes a nadie cómo lo encontraste.”

 Dejaron el saquito y la nota frente a su puerta. El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el ruido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró a todos lados de la puerta y entró. Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa. Sus ojos no podían creer lo que veían. ¡Era una montaña de monedas de oro! Así, jugando y jugando empezó a hacer pilas de 10 monedas. 
Una pila de 10, dos pilas de 10, tres pilas, cuatro, cinco, seis... y mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60... hasta que formó la última pila: 99 monedas!!! 

   Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa. 
_No puede ser-pensó; guardó las monedas en la bolsa, luego tomó el papel y pluma y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número 100? Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla. Después, quizás no necesitara trabajar más. Con cien monedas de oro seré un hombre es rico. Con cien monedas se puede vivir tranquilo. Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario.

Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando de malas pulgas. 

_¿Qué te pasa? – preguntó el rey de buen modo. 
_Nada me pasa, nada me pasa. 
_Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo. 
_Hago mi trabajo ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también? 

No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor. 

   Con ¡Ya es suficiente! me refiero a dejar de buscar aquello que creemos nos hará felices y nos concentremos en que ya tenemos todo para empezar a disfrutar ahora mismo. Estamos tan ensimismados trabajando, alertas a la espera que algo bueno nos suceda por que año a año nos hemos esforzado para obtenerlo.