El segundo, en cambio podría llegar a ser el mismo que el primero, pero con las restricciones que me impongo en mi afán por dejar contento al resto. La inquietud surgió a raíz de un audiolibro que escucho durante mis recorridos: "Piense y Hágase Rico, por Napoleón Hill", el cual surge como un listado de pautas que investigó de grandes millonarios que forjaron su fortuna de la nada y con su propio mérito.
Originariamente el libro sólo nació como el resultado de sus investigaciones, sin embargo hoy ha logrado posicionarse entre los top ten de libros de autoayuda. En un principio no me había interesado el título, solo hasta que otro autor de libros que sigo, Robin Sharma lo recomendó en una de sus publicaciones.
La verdad es que aún no paso del primer capítulo. Me detuve allí precisamente en esta primera parte, referida al deseo. Aquí el autor relata como realizó sus investigaciones de la mano de estos grandes y reconocidos millonarios, se sirve de varias e interesantes anécdotas de algunos de ellos para explicarnos como alcanzaron tan envidiables posiciones. En todos los casos relatados coincide que la motivación es el primer y más esencial ingrediente rumbo al éxito, una motivación derivada del deseo, del querer hacerlo, el entusiasmo suficiente que hacía que estos hombres perseveraran aún en condiciones adversas en pro del objetivo que se habían propuesto.
No se trataba de esa azarosa suerte la que muchos de nosotros atribuimos a personas que gozan de éxito en algún ámbito de sus vidas, más bien era esa suerte, resultado de una chispa inconsciente a través de la cual enfocamos nuestra energía a nuestro favor.
Pasa que en algunas ocasiones tendemos a disfrazar ese deseo, por uno en el cual todos queden contentos, desviándonos de nuestro objetivo. Creemos que queremos éxito, ese en el cual gozamos de una gran fortuna, cientos de amigos a nuestro alrededor y una alta posición en una prestigiosa empresa. Manejamos, como sociedad una concepción de éxito enfocado más en el tener que en el querer.
Pero cuando dejamos de lado todas aquellas influencias y nos volvemos hacia nosotros mismos, nos damos cuenta que nuestras aspiraciones son mucho mas simples, las satisfacciones las encontramos más en los sentimientos y emociones, que en las pertenencias materiales.
Quizá en busca de aquellos placeres es que escalamos tan alto que cuando llegamos a la cumbre nos damos cuenta de que estamos solos y que, finalmente, eso no era lo que queríamos.
Confundimos el "quiero" con el "creo querer", y es en ese momento en que nos damos cuenta que nos hemos olvidado de nosotros mismos. Olvidamos escucharnos, y anteponemos nuestros propios intereses por los que alguien más estimó para nosotros.
Me detuve en este primer capítulo sólo para verificar si sigo lo que quiero o lo que creo querer. Y me tomaré el tiempo que sea necesario para descubrir que es, en definitiva lo que realmente QUIERO.