¿Sabes que te quiero?

 
 Uno no tendría que hacer esta pregunta si eso estuviera realmente claro. 

   Durante estos últimos años, he podido llegar a la conclusión que el mensaje que enviamos a nuestro receptor no es siempre comprendido al ciento por ciento por este. Mas bien, me atrevería a declarar que nuestro interlocutor muchas veces ni siquiera sabe que es para él.


   Los malos entendidos suelen ser una de las causas más frecuentes de discusiones y en el peor de los casos de peleas entre las personas cualquiera sea la relación que tengan. Uno manifiesta un mensaje, ya sea por vía oral a través del lenguaje, o a través de los gestos y muecas, y no reparamos en que si este fue recibido como esperábamos que fuera, siquiera nos ocupamos de si entendió lo que quisimos decir.

Sólo se tranforma

"Buscamos la estabilidad y lo único permanente, es el cambio"


   Una frase extraída durante una clase de ergonomía mental en la cual se intentaba explicar una de las causas más frecuentes y menos reconocidas entre los trabajadores de una empresa ante la interrogante si estaría dispuesto a aumentar las responsabilidades dentro de su puesto de trabajo. Si bien el dinero suele anteponerse como el principal motivador para responder positivamente a esa interrogante, el gusto por la labor que desempeña determina, finalmente si aceptará tal proposición e inclusive, la permanencia en el cargo en la empresa.

Mientras pueda, voy a reir



"No se ría tanto, que mañana va a llorar"

  Una frase recurrente de mi nana la cual me repetía cada vez que estallaba en una risa incontrolable. 

   Suelo poner atención a los mensajes que vienen desde mi entorno, en especial aquellos que provienen de personas mayores, bajo la sensación que por más desgastados e ingenuos que puedan parecerme, sus palabras contienen toda una vida de las mas diversas y enriquecedoras experiencias que su cerebro, ya deteriorado por el tiempo, aún logra mantener y que sin vacilaciones son lanzadas cada vez que se presenta una oportunidad.

El amor de su esposa

   Hay emociones, sensaciones o sentimientos que se desencadenan producto de alguna situación en particular. Siempre han permanecido allí, tal vez inconscientemente en aquellos recovecos que los científicos aún no ha logrado investigar. En esos instantes, ya no puedes controlarlos, como si hubiesen estado esperando pacientemente el momento en los cuales expresarse. 

   La chica danesa es una de esas excusas a partir de la cual mis emociones afloraron a través de mis ojos. Una película muy emotiva que relata la vida de una mujer atrapada dentro del cuerpo de un hombre y su camino para lograr revertir lo que en sus palabras había sido un "error de la naturaleza". Sin embargo y a pesar de la cautivante historia del protagonista, fue la historia de esposa de este quien capturó mi atención. No quisiera arruinar la película contándoles su argumento, a la espera que se motiven a verla. Es el amor, nuevamente quien me tiene aquí desahogándome a través de estas letras cual lágrimas se asomaran a mis ojos y el deseo de verterlas en este lienzo vacío esperando acogida.

   Hoy es uno de esos días de los que la naturaleza dota a una mujer para que pueda expresarse libremente bajo el alero que las hormonas se han liberado a la espera de que la fecundación haya dado fruto. Hoy es uno de esos días en que me siento más humana y menos comprendida incluso hasta por mi misma. Esos días en que puedo gozar de una creatividad inimaginable de la cual se han desplegado mis mas grandiosas creaciones. Si algo tengo que reprocharle y agradecerle a la naturaleza paralelamente, es poder gozar de ciertos días al mes de esta exacerbada liberación de emociones que se desencadena descontroladamente tanto en mi cuerpo como en mi alma, y nótese que estoy usando la palabra "alma" y no "mente" como suelo identificar esa dualidad humana que nos completa.

   Volviendo a la película, me he quedado pensando en lo que realmente significa amar. He quedado profundamente marcada por la actuación de este personaje, por la mano del director que logro extraer de algún lugar dentro de mí esta sensación de querer volcarme hacia mis temores mas profundos y dejar que se liberen inalterados. El amor, presente y ausente en cada decisión, el protagonista, al fin y al cabo de todo cuanto sucede en mi vida. No pedí encontrarlo y llegó a mí; no quise soltarlo y lo perdí. Y ahora, en esta búsqueda frenética me doy cuenta que tal vez nunca lo tuve. Te amo, te amé y te amaré son las conjugaciones de un verbo que ni siquiera debiera conjugarse. Amarlo a él, amarme a mi misma. Simplemente amar.

   Emoción que ha estado siempre allí y que ante el más pequeño estímulo se desencadena. Sentimiento que se queda aún cuando el objeto amado desaparece. Amor, simplemente amor. Soy parte de ello, soy parte de mi misma, soy parte del amor. 

   Una vez pregunté afligida, por qué no podía entender cómo habían sucedido las cosas para que el hombre llegara a ser hombre, para que yo estuviera aquí, mi pregunta fue respondida que no debía tratar de entenderlo a través de este plano, pues todo esto había sucedido en un plano superior a la cual mi mente no podría acceder. Al principio sentí que fue una respuesta protocolar solo para indicarme que no sabía, ahora me doy cuenta que tiene toda la lógica que lo ilógico es capas de razonar.

   Es como un trabalenguas que sólo debe repetirse aunque la frase no parezca coherente, jamás fue su objetivo el resultar coherente, mas bien como ejercicio para desarrollar el lenguaje humano. El amor es una de esas cosas que no necesita ser comprendido, ni siquiera ser descifrado, simplemente explorado a través de la propia dicha de sentirlo. La dicha y la desdicha, por cierto.

   Aún tengo la curiosidad de saber si verdaderamente amé, si el objeto de mi deseo sintió que su individualidad se desarrollo gracias a ese amor, o por el contrario reprimí su ser con mi ego y el afán por sentirme amada. A veces me pregunto sólo si el amor se trata de un otro que te complete ya sea como pareja, amigo, hermano; o simplemente de uno mismo en soledad. Sentimientos y emociones se desarrollan dentro de mí y buscan cabida, buscan comprensión, buscan...a decir verdad no sé lo que buscan. 




Confío en ti

   ¿Qué es lo que gatilla que las personas confiemos en otras personas? ¿Qué parámetros o cualidades debe tener alguien para que sea merecedor de nuestra confianza? 

   Yo creo en las personas por defecto, suelo comenzar poniendo la confianza en ellos sin cuestionarme si son merecedores o no. Parto de la base en que todos somos "buenas personas".

   A lo largo de mi vida poco he aprendido de las personas, y es por esa misma razón que prefiero alejarme de ellas. La soledad me permite esa libertad a la que vuelvo cada tanto intentando encontrar paz sin tener que excusarme por mi comportamiento, ni pedir perdón por mis actos. En tema de relaciones humanas admito que soy una ignorante, no entiendo el comportamiento del ser humano, así como tampoco, he logrado entender mi propio comportamiento para con los demás. Vivo proclamando y aconsejando a los otros que se dosifiquen en cuanto a sus sentimientos y emociones, que guarden la mayor parte para sí mismos, no apostarlo todo y sin embargo, soy la primera que, en el entusiasmo de sentirme comprendida, me vuelco por completo no reservándome nada para mi.

   Y sin duda que esto, como todo, no es  mas que otra jugada de mi ego demostrando su superioridad. Qué más podría ser por ejemplo, cuando me siento traicionada. De qué traición hablo, si las otras personas tienen que lidiar con sus propios problemas, cuando deben descubrir ellas mismas qué es lo que sienten y no están allí planeando alguna estrategia para acabar con mis expectativas.

   Aún así, el sentimiento se desencadena, la desilusión termina por sepultar la esperanza de sentir que sí podía ser un ser sociable y me deja nuevamente sumergida en ese sabor amargo que a veces suele tener la soledad. Sin duda que esta no será la última vez que lo sienta, aún me quedan muchas mas desilusiones que vivir, y ese no será un motivo, al menos no en esta oportunidad para dejar de creer en las personas. Es justo en esos momentos, en los que son más hirientes, en que se dan a conocer tal cual son, así transparentes con sus "buenos" y "malos" sentimientos, a eso debiera darle algún mérito; debiera poder lidiar con eso y sentirme privilegiada que tengan ese grado de confianza conmigo que sean capaces mostrarme sus dos caras.   

   A decir verdad, no son ellos quienes me traicionan, más bien es mi afán de creer, de querer creer que son diferentes, esa capacidad de mi mente de intentar transformar mi mundo y querer volverlo "ideal" para mi beneficio. Es poco lo que se aprende de aquello que sale bien y de acuerdo a lo esperado, las lecciones mas grandes las he obtenido de esos momentos en que no salió como lo había pensado, es en ese instante en que se libera mi creatividad y busco la mejor estrategia para lidiar con eso, es ahí donde me fortalezco y me hago de las herramientas para enfrentarlo.

   No dejo de confiar en la gente por que siento que me han desilusionado, veo en cada uno, una parte de mí que se personifica en ellos, un reflejo de lo que yo misma siento y soy capaz de hacer y eso me brinda de cierta propiedad para entenderlos, mas bien debo decir para entenderme a mí misma. En kabbalah me explicaron que la clave para llegar al siguiente nivel de trascendencia es uno de los tres mandamientos presentes en las tablas que entrega Yahvé a Moises: "ama a tu prójimo como a ti mismo". Eso implica experimentar, en carne propia, lo que el otro siente. Va más allá de la empatía, es sentir al otro tan parte de ti mismo, que vivas sus emociones. No me alejo de las personas por que me hayan desilusionado, si me alejo es mas bien por que en soledad puedo asimilar sus enseñanzas y lidiar con esa parte de mi que ellos vinieron a mostrarme.