Sólo se tranforma

"Buscamos la estabilidad y lo único permanente, es el cambio"


   Una frase extraída durante una clase de ergonomía mental en la cual se intentaba explicar una de las causas más frecuentes y menos reconocidas entre los trabajadores de una empresa ante la interrogante si estaría dispuesto a aumentar las responsabilidades dentro de su puesto de trabajo. Si bien el dinero suele anteponerse como el principal motivador para responder positivamente a esa interrogante, el gusto por la labor que desempeña determina, finalmente si aceptará tal proposición e inclusive, la permanencia en el cargo en la empresa.


   Consciente e inconscientemente buscamos generar un espacio de confort, un lugar donde nos sentimos cómodos y al cual volvemos día tras día. Un sitio conocido, nuestro territorio en donde nos es más fácil desenvolvernos y ser nosotros mismos sin el peso social y moral por mantener una imagen acorde con lo que la sociedad espera de nosotros. Somos reacios al cambio, la incertidumbre nos asusta, preferimos, muchas veces, el camino conocido a adentrarnos ante lo tenebroso y desconocido que puede resultar el tomar una nueva ruta.

   La adaptabilidad es una cualidad inherente no solo del ser humano sino de todo ser vivo en este planeta. Darwin fue un defensor de esta creencia y la ciencia ha logrado demostrar que así es. Sin embargo, en el hombre hay un factor con el que tal vez los demás seres vivos no cuenten: el discernimiento; esa capacidad del ser humano para elegir por qué optar frente a las posibilidades con las que cuenta, de decidir si, por ejemplo, continúa en ese trabajo monótono y de un incompatible ambiente laboral aunque el salario sea por sobre el promedio; u optar por renunciar y buscar nuevas posibilidades en otra empresa. Una hormiga, en cambio, no se pregunta si debe o no salir día tras día a recolectar alimento tras sus compañeras para preparase colectivamente para el invierno. Ella diligentemente lo hace año tras año por que está en su naturaleza y no requiere de la validación de un sicólogo para saber si esta haciendo bien o no su labor. Y el hombre, que si tiene esa maravillosa posibilidad, muchas veces termina como una hormiga cargando con el peso de su naturaleza primitiva mermando sus propias posibilidades de cambiar. Tal como los animales evitamos las situaciones de peligro, la naturaleza de todo ser vivo es así, por supervivencia nos alejamos de todo aquello que no nos resulte familiar, todo cuanto no nos asegure que triunfaremos lo desechamos solo por el temor al fracaso. Fracaso que en tiempos remotos significaba la muerte, pero que sin embargo hoy ha evolucionado a un concepto filosófico que llamamos aprendizaje.

   Que de la experiencia se desprende el aprendizaje, tal vez todos estemos de acuerdo, sin embargo, cabe señalar que las experiencias sólo se desarrollarán en la medida en que estemos dispuestos a enfrentarnos a "nuevas situaciones". Nuevas miradas, nuevas perspectivas, nuevos escenarios nos obligaran a hacer de algo desconocido un ambiente conocido y nos proporciona las herramientas y habilidades necesarias para abordarlo con mayor destreza. Lo que puede presentarse como algo negativo, a la larga nos damos cuenta que fue positivo. Una vacuna, por ejemplo, no es otra cosa que la enfermedad debilitada que se inyecta a nuestro organismo para que se enfrente a ella, la conozca y gane la confianza para poder combatirla. El acto en sí puede verse como una torpeza por parte de la sociedad médica, pero si vemos los resultados que esta tiene, vamos a entender el trasfondo resulta ser una medida, si bien arriesgada, un acierto de la medicina moderna que ha logrado combatir enfermedades que antes eran causal de muerte segura.

   No puedo asegurar que el cambio nos lleve a lograr el éxito en un futuro trabajo, ni tampoco que descubramos la cura de algún virus mortal pero si algo puedo asegurar que obtendrán con el cambio es sin duda nuevas experiencias.