Y todos me miran, me miran, me miran,
por que se que soy fina por que todos me
admiran,
Y todos me miran, me miran, me miran,
por que hago lo que pocos se atreverán,
Y todos me miran, me miran, me miran,
algunos con envidia pero al final,
pero al final, pero al final, todos me
amaran.....
Estrofa de una canción popularizada por Gloria Trevi que simplifica, de
cierta manera la idea que me ha llevado a concluir que el sex-appeal o
atracción hacia otra persona, se genera producto de la naturalidad y espontaneidad
sin reservas.
Es difícil, a cierta etapa en la vida tener que luchar contra los
parámetros de una sociedad sumergida en un sistema adoptado por otra cultura
que, en su desenfrenada sed de expansión, conquistó tierras para ampliar su
imperio. Una cultura de la que entendemos muy poco y que, sin embargo hasta
nuestros tiempos, aún sigue controlándonos.
Es difícil, pero no imposible claro está, el desentenderse de la presión
social que implícitamente te impide estar sola después de cierta edad.
Motivados por la pasividad de esa presión y las ansias de compañía es que uno
suele perder el sentido mismo de las relaciones, la esencia de dos seres
individuales que se sienten atraídos uno por el otro y que, motivados por ese
deseo determinan continuar su vida juntos. Y es esa misma ideología la que te
empuja a tomar ciertas restricciones respecto de tu personalidad, a seguir
ciertos cánones de belleza establecidos y a modificar tu actitud en pro de
explotar tu sensualidad y, de esta forma, atraer un otro que responda al
llamado desesperado.
Hoy surgió una situación peculiar que llamó mi atención. Desde hace un
par de años mas o menos es que decidí que ya era momento de encontrar una
pareja. Ya no quería continuar sola y me fije un tiempo prudente para lograr mi
objetivo. Hoy, resulta ser que, manteniendo mi idea de no querer continuar
sola, me he llegado a plantear si quisiera compartir mi vida con alguien mas.
No lo había visto así sino hasta que un amigo me lo preguntó directamente.Todo
sucedió cuando intentaba explicarle lo feliz que me encontraba luego de haber
tomado la decisión de haber renunciado a un trabajo que no me estaba generando
ninguna satisfacción, a pesar de los beneficios económicos que este
representaba, y que a cambio había decidido hacer una pausa laboral para meditar
de quién era yo y qué quería realmente, y que en el tiempo transcurrido lo
estaba logrando sorprendentemente. Me había vuelto una enamorada de la vida,
dichosa, con tanto amor que me salía por los poros. Ahí fue cuando me pregunto
si estaba dispuesta a compartir ese amor con alguien mas, y no supe qué
responder.
Hasta ayer tenia claro, o al menos eso era lo que pensaba, que quería
tener una pareja, sin embargo cuando entendí que esa decisión implicaría
compartir más de lo que estoy dispuesta a dar, empezaron los cuestionamientos.
Debo confesar que desde mi última relación me volví una persona muy
egocéntrica, volcada solamente a satisfacer mis necesidades a toda costa, de
cierto modo intentando compensar lo que a mi entender había sido una relación de
sólo entregar.
En el trabajo conmigo misma siento por primera vez que voy por buen
camino, aún tengo las mismas preguntas que antes, las mismas dudas, las mismos
miedos que y algunos otros que se han ido incorporando a medida que pasa el
tiempo, sin embargo, siento que estoy más preparada para lidiar con ellos. He
ido haciéndome de las herramientas necesarias para no salir lastimada; he
aprendido a sufrir.
Pero aún hay mas. Todavía me queda lograr
ser capaz no sólo de aceptarme como soy, sino también abrirme a la posibilidad
que otras personas me acepten. Ser capaz no sólo de entregar y amar, sino
también permitir que otros me acepten y que también puedan amarme.
(La imagen que acompaña esta publicación corresponde a un mural del renombrado muralista Bansky)
(La imagen que acompaña esta publicación corresponde a un mural del renombrado muralista Bansky)