Me gusta el arte y el diseño, ambos permiten expresarse, cada uno a su modo, expresión al fin y al cabo. Con el arte puedo decir lo que que se me plazca, de la forma en que mejor me parezca. Con el diseño, intento interpretar lo que los demás quieren escuchar, lo que creo que necesitan, lo que yo necesito oír en realidad y que llega a mí a través de las personas.
Trabajo como diseñadora por que me gusta crear, me gusta que a la gente le guste lo que hago y lo aprecie, a través de mis diseños me siento estimada. No sabría exactamente si es por que quiero hacerlos felices a ellos, o porque lo que en realidad busco es encontrar lo que me hace feliz a mí.
Hoy fui a una entrevista de trabajo; solía ir sobre-preparada para este tipo de instancias, leyendo y memorizando cada una de las respuestas con las cuales enfrentaría las posibles preguntas que suelen hacerse. Con una vestimenta impecable con la cual resaltar mi profesionalismo e integridad. Y con una intachable hoja de vida done reuno mis mas altas calificaciones y mis trabajos sobresalientes para que no cabiera ninguna duda de que yo era la indicada. No había otra opción mejor que yo, y no entendía que luego de haberme escuchado, de haberme tenido allí frente a ellos, no me contrataran de inmediato para la vacante.
Pero la verdad es otra, nada de eso lograba impresionarlos. De esta es mi quinta entrevista este año sin que logro pasar a la siguiente etapa. Con mi primer rechazo mi frustración era insostenible, no sabía qué había hecho mal, había respondido a cada pregunta debidamente, había ensayado la vestimenta adecuada, guardando obediencia con las recomendaciones comentadas en los blog y sitios web destacados en empleabilidad y aún así el tampón de rechazada continuaba reproduciéndose en mi mente.
Ya con la segunda y tercera vez la sensación fue haciéndose más conocida, familiar y aceptada. No con conformismo, pero sí con entereza, fingiendo que no me afectaba. Porqué tenía que pretender ser quien no soy sólo para lograr un puesto en alguna empresa.
Con el mismo temor decidí trabajar de forma independiente, ahí ya nadie podía rechazarme puesto que yo era mi propia jefa, me aceptaba tal como era, perfecta para el puesto. Pero lo cierto es que los rechazos no terminaron allí. Con cada proyecto que no gustaba, con cada fallo, mi moral caía y así también mi autovaloración profesional. Llegué a custionarme, inclusive si yo era idónea para el cargo, si habría escogido bien mi carrera de acuerdo a mis habilidades y aptitudes, una vez más me lo cuestioné todo.
Pero las habilidades no son inherentes al ser humano, pueden adquirirse, a algunos con mayor facilidad que a otros, para el resto, con disciplina y perseverancia logramos cultivar esos dones con los cuales no se nos favoreció desde un comienzo.
Siempre he escuchado a los demás referirse a mí como una persona exitosa que siempre logra lo que quiere. En algunos instantes dudo de si eso es cierto, pero otras, la mayoría, es que debo confesar que así es. Cuando algún objetivo se planta en mi cabeza, no dudo en trabajar hasta conseguirlo. En esos momentos los fracasos no son tal sino un nuevo desafío que sortear, un paso más que me acerca para lograr lo que me propongo. Alguna otra alternativa que a contrario de lo que pudiera pensarse, me acerca a mi deseo por conseguir eso que pretendo. Una vez más me siento favorecida, especial, la favorita de Dios solo siendo tal como soy.