Aunque no es tan terrible como parece, mi vida entera se ha visto orientada en encontrar esas respuestas intentando descifrar el propósito de mi existencia y, junto con ello, comprender el porqué de las cosas.
Cuándo parecía estar más cerca, cuando a lo lejos divisaba el final del camino, llegaba allí sólo para darme cuenta lo mucho que me faltaba por recorrer. Al principio me volvía una presa de la frustración dejando que cada situación donde me sentía vulnerada, me controlara. Con el tiempo me hice más tolerante, mas fuerte y podía superar cada traspié con mayor elocuencia, y aunque la decepción estaba presente, no permitía que eso influyera en cómo me sentía.
Hoy he llegado hasta aquí, con las mismas preguntas que cuando comencé, pero ahora lo veo de un modo diferente. Las cosas que he vivido han esculpido una forma diferente en mi personalidad, en mi carácter, en mi ser. En esencia sigo siendo la misma, los mismos temores, los mismos sueños, lo que ha cambiado ahora es el modo en que veo las cosas a mi alrededor. Ellas tampoco se han modificado, solo he ganado perspectiva.
En un principio llegué a pensar que la felicidad era un objetivo, un fin, el premio al final del camino. Mas tarde creía que era parte del trayecto, un estado momentáneo que alcanzabas luego de una desilusión algo así como un premio de consuelo. Ahora puedo concluir que después de toda una vida pretendiendo encontrar una respuesta, no la tengo.
Sólo hoy he logrado darme cuenta que tal vez nunca llegue a encontrarla y eso, al contrario de lo que pudiera haber previsto, ya no me preocupa. Es como haberme desprendido de una pesada carga que sostenía a mis espaldas. Hoy me he dado cuenta de que no necesito tener una respuesta, y ese no tener que buscarla me hace descansar en paz.
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
Jorge Luis Borges