Algo que decir


  Una de mis principales cualidades, valga la autoreferencia, es mi capacidad de expresar lo que siento, muchas veces sin ningún tipo de filtro ni tampoco sin discriminación de edad, de género ni de jerarquía. Si bien me refiero a esto como a una cualidad, es decir que le asigno una connotación positiva, a lo largo de mi vida ha sido causal de muchos problemas, despidos e incluso quiebre de todo tipo de relaciones.

    Irónicamente también se ha conformado, durante algún tiempo determinado, en una habilidad destacada en el trabajo, un plus que me ha permitido alcanzar altas posiciones. Debo admitir que si bien no me arrepiento de lo que digo; si lo hago de la forma en que lo he expresado en algunas ocasiones.



   Durante largo tiempo he promovido que, frente alguna situación de tensión con otras personas es mejor esperar que las cosas se calmen para discutirlo, sin embargo casi puedo asegurar que no hay otro momento adecuado para hacerlo y, corríjanme si estoy equivocada pero, es en ese mismo contexto en el que las cosas deben ser aclaradas. Si bien es cierto que para una pelea se necesitan dos personas, también lo es que cuando una de ellas se calma, la otra de un momento a otro también lo hará, entonces y como personas civilizadas podremos discutir la solución. Exponemos nuestros puntos de vista e intentamos llegar a un consenso en el cual ambos obtengamos algún beneficio que nos deje satisfechos, y en el que mental y emocionalmente  podamos cerrar el tema y no sea motivo de otra discusión futura.


   Es importante aclarar que, cualquier tipo de relación que sea la que tengamos con nuestro “antagonista” lo principal radica en el amor, esa es la clave, el sincero, motivador y simple amor.


   Si es una relación de pareja, es tanto más simple de comprender y llevar a la práctica; cuando es de amistad y aunque no menos importante también puede ser entendido, sin embargo cuando se trata de personas que, en teoría no escogimos y que simplemente con quienes nos toca convivir, como pudieran ser nuestro jefe o compañeros de trabajo, o familiares de mi pareja, etc. entonces lo determinaré como una relación indirecta donde podremos encontrar al amor en aquello, objeto de nuestro deseo, que motivo mi permanencia en ese entorno, tal como el amor a la  profesión que motivo que trabajara allí, o al dinero que originó que quisiera trabajar. Cualquiera que sea la relación debemos enfocarnos en “amar a tú prójimo como a ti mismo” entendiendo como prójimo a toda persona que te rodea.


   Como frase funciona, sin embargo ponerla en práctica es un tanto más tedioso, sobre todo cuando tu prójimo resulta ser aquel indeseable ser con quien no te llevas bien, o tu jefe que no comprende tus preferencias y te incita a entregar a la empresa aquello con lo cual no estás dispuesto a transar. 


   Amar al prójimo…a que se referirá la frase, o mejor aún, por qué estaré rodeada de prójimos a los cuales se me hace más difícil amar. En mi afán por querer que las cosas se hagan a mí modo, exponiendo mi punto de vista en cada situación, haciendo ver aquello que me molestaba, muchas veces de manera irritable y poco certera, hice mucho daño, ese daño irreparable que queda grabado en la memoria y que les recuerda a cada momento lo miserable que pueden ser sus vidas porque para eso si que era buena, para dar justo en el clavo con la frase más hiriente para mi contrincante y mis habilidades analíticas y observadoras las utilicé precisamente con este propósito. Qué gane, tener la razón, pero de qué sirvió.


   En un gesto por intentar enmendarlo es que me aislé en mis columnas como una forma de expresar lo que siento sin hacer daño a nadie. Las letras fueron calmando mi ansiedad por ser escuchada, fueron ordenando las ideas en mi mente y me permitió ser quien soy en mi máxima expresión.


   Qué espero, cuál es mi objetivo, sólo servir de orientación a quien quiera leerlo y que no necesariamente piense igual que yo, simplemente que también tenga algo que decir.