Soy lo que elijo ser.

Una relación, del tipo que sea, funciona a favor de la energía cuando ambas personas involucradas quieren que así sea, de este modo hay una retroalimentación que se experimenta a partir de cordones energéticos que se forman en el tercer chakra denominado Manipura asociado a la glándula del páncreas ubicado en la zona abdominal del cuerpo humano justo encima y por detrás del ombligo.  (Donde sentimos las emociones)
Dar y recibir es el paradigma fundamental de equilibrio energético en una relación fuerte y duradera. Si esta retroalimentación es desproporcionada, entonces una de las personas estará siendo literalmente absorbida por la otra, lo que la debilitará y le causará una baja intensidad y descontrol emocional manifestado, muchas veces en su estado anímico.


La otra persona se estará pseudofortaleciendo de su pareja con una energía “robada” la cual en algún momento deberá devolver.

Este proceso puede darse en forma consciente o inconsciente para ambas personas, y solamente se manifestará cuando el empoderamiento lleve a confundir desamor con poder.

Para que este proceso llegue hasta este punto de riesgo, deben darse una serie de variables. En primera instancia que uno de los individuos involucrados se dé por completo al otro dejando de lado su propia individualidad. Y por otro, que el otro ser tome control de ello  y lo utilice para su propio beneficio. En ambos casos estas situaciones denotan una notable debilidad en sus respectivos caracteres. En el primer lugar por no querer hacerse cargo de sí mismos y delegarle esta tarea al otro, y en el segundo, por la baja autoestima que representa el aceptar esta pesada carga en pro de sentirse considerado.
Sin embargo, para la persona empoderada este efecto es transitorio y suele terminarse cuando toma consciencia de dónde se encuentra y en qué condiciones. Entonces comienza a replantearse sus objetivos y a buscar una nueva fuente de energía.

Para su contraparte, el proceso es distinto. Primero deberá recobrar fuerzas, aprender a auto sustentarse y restablecer sus niveles fundamentales de energía necesarios para sobrevivir. En esta primera etapa de recuperación es muy importante tener una motivación que lo impulse a seguir adelante. El tiempo de regeneración energética  va a depender de la cantidad y tipos de conexiones que haya creado con la otra persona; el tiempo durante el cual permanecieron conectados, y su carácter.

Como todo en la naturaleza, este proceso también es cíclico, por tanto, el rol de cada uno de los individuos pudo verse alternado a lo largo del tiempo, un proceso por lo demás muy desgastador, y lo que, en definitiva es lo que provoca el quiebre. Cada uno de ellos se siente o se sintió víctima del otro. Así como también cada uno carga con un porcentaje de culpabilidad. Lo primordial es dilucidar si dentro de todos estos acontecimientos aún hay amor. Si lo hay, este debe ser recíproco, entonces habrá arrepentimiento, con el amor habrá perdón y con ello se restablecerá la relación.

Si el quiebre provocó la separación no queda más que la reconstrucción. Ambos individuos en cuestión comienzan a replantearse sus vidas, a redescubrirse, a reecontrarse consigo mismo y a buscar su propia felicidad. Del pasado solo queda aprender, del futuro soñar y del presente hay que vivir.

Una serie de emociones se desencadenan dentro de cada uno de ellos, una búsqueda frenética de felicidad se desarrolla en su interior, una necesidad urgente de apego, un vacío profundo que nada logra llenar, una oscura soledad que hace cuestionar, incluso hasta la propia existencia, estamos vivos, sentimos, vibramos, nos enamoramos. La ironía de sentirnos vivos queriendo no estarlo nos sumerge en un profundo estado de catarsis llenando nuestra mente de preguntas que no logramos responder.
Es como si volviéramos a nacer, primero nos volvemos dependientes y temerosos incapaces de continuar, a medida que pasa el tiempo damos nuestros primeros pasos aferrados a lo que encontramos en nuestro paso, sintiendo que si nos soltamos volveremos a caer.

 Mas tiempo transcurre y ya podemos caminar, ya no queremos que nadie nos guíe, sentimos la necesidad de buscar solos nuestro camino, vamos por la vida degustando y eligiendo, probando cómo nos sentimos mejor, dándonos la oportunidad de volver a sentir.

El recuerdo siempre está allí, con nosotros, presente en cada nueva decisión que tomamos, en cada objetivo que nos planteamos, tememos que nuestros errores del pasado se vuelvan a repetir y sometemos esas decisiones a los prejuicios de nuestra experiencia actuando la mayoría de las veces por reacción a esas vivencias.

Como todo proceso, la reconstrucción toma tiempo, no podría especificar cuánto pero cabe mencionar que es un proceso lento y doloroso, así como también con enormes y satisfactorias recompensas. Crecimos un centímetro más, conocimos y disminuimos nuestras limitaciones, soportamos más de lo que creíamos que éramos capaces, nos hicimos más fuertes, más capaces, más libres. Tuvimos dos opciones: hundirnos en nuestra amargura y sufrimiento y rendirnos o, a pesar de ello seguir adelante y aprender.

No somos lo que la vida hace de nosotros, sino de las decisiones que tomamos frente a lo que nos sucede.

Siembra un pensamiento, cosecha una acción; siembra una acción, cosecha un hábito. Siembra un hábito, cosecha un carácter, siembra un carácter cosecha un destino.