Hoy me encontré algo "inspirada" para escribir y publicar una sensación que si bien la manejo como mi filosofía de vida, últimamente me ha estado perturbando.
Siempre he pensado en que la idea de explorar más allá de lo que podemos físicamente abarcar en cualquier aspecto de nuestras vidas, debido a nuestras limitaciones como Seres Humanos, es un reto en el cual sólo aquellas personas que sobrepasan esta condición les es posible. Einstein, Newton, Da Vinci resultan un claro ejemplo de ello. Será que efectivamente ellos fueron seres humanos comunes.
Me cuestiono esto a raíz de la inmensa cantidad de información que almacena mi cerebro día tras día y, sin embargo es muchísima más la que queda aún por conocer.
Hace unos meses atrás terminé mi carrera y sólo hace un par de semanas fui por mi título; gran sopresa me llevé al ver que había salido con distinción, si bien no entiendo la relevancia de esta mención, sé que es algo bueno y aún así no lo veo como dicen que deviera tomarlo.
Durante el proceso no fui una alumna destacada entre las de mi generación, si bien no fui la mejor, siempre cumplí con mis responsabilidades estudiantiles y promediaba entre el rango.
Yo escogí mi carrera, nadie me obligó, mi madre pagó mis estudios y no hacía otra cosa mas que preocuparme por ellos. En ningún momento me sentí defraudada por mi elección ni tampoco pasó por mi mente abandonar o cambiar de carrera.
Si bien hubieron etapas muy difíciles en este proceso, mi meta siempre fue terminar. Es increíble cómo se aplica un conocido refrán que dice: el fin justifica los medios y que sólo cuando lo experimenté le encontré sentido. Cuando nos planteamos una meta u objetivo que queremos seguir y que para uno tiene sentido, no habrá nadie allí para ayudarte, ni en tu contra tampoco; todo se desenvuelve como siempre, con la única diferencia que uno se encuentra más perceptiva. Ahí es donde te das cuenta de que tus compañeros, no son más que eso, sólo compañeros, ellos tienen su propia meta que alcanzar y no tienen contemplado algún retraso para lograrlo. Te das cuenta que no hay amigos sino mucha gente alrededor que puede serte útil en tu objetivo o un obstáculo. Ahí logras comprender que es uno el principal y único responsable de todo lo que te sucede. No estudias, te va mal; te organizas y muchas veces no duermes y obtienes un resultado relativamente aceptable, y digo relativamente, por que al menos te alcanza para aprobar. Si quisieras optar por algo más que eso, además de dejar tu vida personal de lado, a tu familia y olvidarte de dormir; tendrías que llevarte bien con el profesor, pasar horas en la biblioteca y estar iluminada. En fin, después de todo nada es imposible.
Efectivamente practiqué ese estilo de vida durante los dos primeros años de carrera y, luego cuando quise retomar mi vida ya era tarde, me encontraba sola, con diagnóstico de colon irritable y llena de exámenes médicos y pastillas.
El tercer y cuarto año fueron los más relajados desde el punto de vista estudiantil. Las semillas que con tanto sudor e insomnio planté los dos primeros años, ya estaban dando frutos. Me llevaba bien con los profesores (la clave es preguntar en clases), la materia se hacía más liviana y mi cuerpo finalmente se acostumbraba al ritmo de vida de los primeros años. Lo que me quedaba era sólo seguir a paso firme y lograría alcanzar la meta.
No tenía contemplado, para ese entonces que se desplomaría uno de los pilares en los que me había apoyado para llegar hasta allí. Una serie de sucesos desencadenaron una profunda angustia que carcomía mis ilusiones (la verdad no fue tan trágico como lo explico, pero en ese momento sentí morir). Me costó retomar el ritmo, más aún cuando miraba a mi alrededor y no veía nadie allí, nadie que te alentara o que se riera por tu caída.
Y no me quedó mas que comenzar otra vez, muy despacio, con calma. Me dedique por entera a resolver, de la mejor forma, lo que me quedaba, ahora ya tenía mas fuerza y me sentí mucho más impulsada, un pinchazo directo a la vena. Si antes había trabajado por mi meta, ahora disfrutaba hacerlo. Ya no era mi responsabilidad, ahora era mi felicidad la que estaba en juego. ¡Cómo disfruté esos años! Aprendí muchísimo, tenía una inquietud enorme por llenarme de actividades, de estar constantemente haciendo algo nuevo, estar desocupada me hacía pensar que era una pérdida de tiempo.
Estudié teatro, documentales, edición de vídeo, paisajismo y preparé mi título todo ese mismo año y con excelentes resultados en cada uno de ellos y sin ningún estrés ni malestar y ninguna visita al médico.
Si me preguntaran si hubiera algo que cambiaría de eso, mi respuesta es que no cambiaría absolutamente nada. Obtuve la máxima calificación en mi examen de título, con ofertas de trabajo incluidas. En la presentación estuvieron todas las personas que debían, y que si bien no llenaron el auditorio, eran suficientes para mí.
Einstein, Newton y da Vinci no fueron seres humanos comunes, ellos disfrutaban lo que hacían. Es muy probable que cuando yo muera no me recuerden tantas personas como a ellos, pero tal como lo explica Pablo Cohelo en su obra El Zahir, en mi sepultura dirá: Murió mientras estaba viva.