Que decidan por mi



    Una señal puede ser una situación, un símbolo, un momento, cualquier cosa que me ayude a inclinarme hacia una decisión que llevo dando vueltas en la cabeza y que, bajo mi incapacidad de verme a mí misma a través de mis logros, me vuelve frágil y a la espera de que la vida la tome por mí. 
Y lo cierto es que soy yo quien produzco esas señales, busco afuera aquella respuesta que siempre ha estado clara en mi interior. Cada pensamiento, cada sentimiento, cada emoción va modelando mi entorno y no es mas que la proyección de aquello que está dentro y que necesita ser validada.

    Lo cierto es, que cuando no sigo ese sentimiento, voy apagando esa llama, esa pasión, eso que le da el sentido a mi vida. Que aquello no es correcto, que soy egoísta, que eso no es para mí, todas esas barreras culturales bajo las cuales me acuño cuando mi autoestima es baja y mi seguridad se ha visto mermada.

    Las decisiones que tomamos en la vida, son tan personales, tan nuestras que nadie a nuestro alrededor puede sentirse con el derecho a tomarlas por uno. Y si lo hace, es porque yo se lo he entregado, el de manejar mi vida. Las decisiones, cualquiera que estas sean, siempre serán buenas en la medida en que sean propias, de otro modo, no será tu vida, sino la de alguien mas. 

   Las decisiones me abruman, en especial cuando hay mas de una opción. Todo un sin fin de pensamientos que se desencadenan dentro de mi mente y que, sin el debido tratamiento, terminan por enloquecerme. Es por esta razón que, cada día experimento un nivel nuevo de locura que siempre terminan llevándome al mismo lugar, hacia mi misma. Después de todo, de eso se trata la libertad, de tener varios caminos, de que puedas escoger cuál quieres seguir, si hubiera solo una opción, eso no sería libertad.

   Y en el fondo, muy en el fondo, tratando de sobrevivir bajo todas esas barreras, bajo esos cánones sociales que han formado a una persona ideal, que no soy yo, pero que encaja perfectamente en ese significado de perfección que otros esperan ver, estoy yo, esa que si soy yo y que sabe lo que quiere, pero teme ir por ello.

Y soy libre y no me sirve, 
para que quiere la libertad en la luna un tigre, 
no me sirve...
Ricardo Arjona - Libre

Ya lo superé

 


Qué factores son los que indican que un proceso está superado. Por lo general hablamos de superación cuando ocurre algún hecho, inesperado y que posee una connotación negativa y nos afecta. Un duelo, por ejemplo, el perder a un ser querido requiere de un tiempo de procesamiento para ser superado. Pero qué quiere decir realmente que algo esté “superado”.

Cuando era pequeña, mi sueño siempre fue tener un hijo. Ser madre era para mí, la culminación de todo lo que había dado sentido a mi vida. Fisiológicamente las mujeres venimos al mundo con un ciclo marcado en nuestro cuerpo con el único objetivo de procrear. Un ciclo que, desde el inicio, de acuerdo con información científica, ya viene con fecha de caducidad. Eso limita nuestra postura frente a la maternidad y les pone un temporizador a nuestros planes de desarrollarnos como seres individuales antes. Mi fin siempre fue ese, ser madre y aunque se vio pospuesto muchas veces, nunca tuve en mis planes desecharlo.

El día que me enteré de que ya no era mi decisión, debo admitir que sentí un poco de alivio. La presión social que por tanto tiempo sostuve sobre mis hombros, de aquí en adelante ya no sería una carga con la que tenía que lidiar. Una preocupación menos, durante mucho tiempo, una responsabilidad de la cual la naturaleza, mi naturaleza como mujer, me había dotado, y de algún modo me sentía responsable por sostener. Si bien impactante en un principio, el tiempo ha dado cabida a la razón y ahora, no sólo ya no soy capaz físicamente de procrear un hijo propio, sino que además ese proceso fisiológico tan característico de la mujer, ya no se presenta cada mes como era su costumbre. No es que lo extrañe, pero ahora que lo pienso ¿Era eso lo que me hacía ser mujer?

Hay personas, seres humanos que desde que nacen sienten que fueron designados con el género equivocado. ¿Qué es lo que hace que esas personas sientan eso? ¿Acaso lo es el contar con un órgano reproductivo determinado? ¿O quizá lo es la atracción al sexo opuesto? ¿Qué clasifica, en definitiva, quién es hombre y quien mujer? ¿Es sólo un tema de etiquetas y finalmente todos tenemos la capacidad de optar?

Nací mujer y fortalecí esa etiqueta durante todos estos años, no por usar vestidos, mi gusto y atracción por el sexo opuesto, ni por mi órgano genital femenino. Sino por que me sentí como una mujer, y todo lo que conceptualmente en esa época y sociedad implicaba ser una; sensible, delicada, coqueta, vulnerable, cambiante, introvertida. Todos conceptos que, en la actualidad pudieran acuñarse a cualquier persona, independiente su sexo o género. Me cuesta ir al ritmo de una sociedad tan cambiante como a la que hemos evolucionado, me afectan las cosas y no puedo dejar pasar este hecho sin cuestionarme y replantearme todo lo que había estipulado para mí. Partí mi vida siendo mujer desde lado vulnerable, según los cánones de la época, y hoy soy mujer desde la fortaleza y de algún u otro modo, desde la libertad.