Cómo saber si es amor





 Lo irreverente de pensar que no necesitas amor, es justamente en aquellas ocasiones cuando te quedas reflexionando por largo tiempo si lo que te sucedió es por amor o no lo es.

   Crecí bajo el cuidado de una madre que entendía el concepto de amor como cuidado, seguridad y abrigo. Y debido a ello es que no he sentido la necesidad de exigir algún sentimiento más allá de eso, ni de expresarlo tampoco. Mas bien debo admitir que hasta me incomodan las expresiones más elementales que, de acuerdo con esta cultura, son consideradas como muestras de educación, como lo es el saludo de beso o los abrazos en determinadas ocasiones.

Muy por el contrario, prefiero evitarlas. Eso, sin duda que me ha traído mas de un problema en lo social tanto con mis relaciones amistosas, como con mi propia familia. Lo bueno es que, con el tiempo, aquellos que han permanecido a mi lado lo han llegado a aceptar.

Ciertamente, hay momentos en la vida en que, por algún motivo, descuidas ese resguardo emocional con el cual te propusiste vivir, y que hay ciertas personas que, con su actitud, logran provocar un quiebre y pueden dejarte pensando horas, intentando definir cómo te sientes frente a eso. Una vez fue una compañera de la universidad, que llegó con un obsequio inesperado para navidad, que dejaba entrever su preocupación por la elección de aquel regalo. Hoy, es mi sobrino que, de la nada me ofrece una membresía de la plataforma Amazon Prime. Quizá este relato no logre reflejar en detalle, lo que esto significa. Poco sé yo de emociones, menos sabré de cómo expresarlas correctamente.

Ese, tal vez, ha sido el gatillante de los errores más marcados que he tenido en mi vida. El no poder darle a entender a las personas a las que quiero qué, efectivamente, siento eso por ellas. Ni mi actitud lo demuestra ni mis palabras lo confirman. Por lo general soy una persona directa, que no mide sus palabras y algo tosca en los sentimientos, una combinación que más que atraer personas, mas bien las espanta y que intenta ser independiente de otras personas y de esos sentimientos.

 Bajo aquellas circunstancias la soledad se ha presentado como una buena opción para desarrollar la vida. Hubo una vez que probé una alternativa diferente, pero que, sin embargo no terminó de buena manera.

Pocas veces he dicho “te quiero” y a contadas personas, y no por que haya querido realmente decirlo, sino mas bien por que comprendía que era necesario. Pocas veces también me lo han dicho, pero lo lindo de un “te quiero” son aquellas ocasiones en que se dice sin decirlo. Estas actitudes, ciertos regalos navideños, mensajes o miradas, también lo dicen y mas claramente. Y lo bueno de todo esto, es que eso pueda sorprenderte y te motive a expresar ese sentimiento de alegría abiertamente.

Déjalo morir




    Hoy dejé morir a mi perrito. Salió corriendo tras un auto, sus patitas resbalaron y terminaron bajo una de las ruedas. Ya estaba muy viejito para someterlo a una cirugía para reemplazar su extremidad con fierros y pernos. La otra opción era la eutanasia.

   El veterinario me explicaba que el perrito estaba sintiendo mucho dolor, que de hecho se le notaba, todo su cuerpecito tiritaba, su patita le colgaba y sus quejidos iban en aumento. Tuve muy poco tiempo para tomar la decisión; su vida estaba en mis manos ahora. Si bien no me considero una persona creyente, tampoco puedo afirmar que soy atea. Estoy convencida que hay una energía superior que se encarga de echar a andar la vida, y así también de terminar con ella. Y de que uno poco puede intervenir en eso, y el pensar lo contrario, sólo devela nuestro propio egocentrismo.

   Cuando estaba ahí, tomando su cabeza mientras el veterinario lo preparaba para morir, no pude dejar de pensar que si esa decisión era por mi, o por él. Si el sufrimiento que quería evitar era el mío o el de mi perrito que yacía ahora durmiendo entre mis brazos. Quizá si lo hubiese sometido al tratamiento, su sufrimiento se hubiera extendido por unos días, pero con la esperanza que en algún momento pudiera recuperarse. Tal vez habría muerto durante la cirugía. Eso ya no podré saberlo, como tampoco sabré si él quería vivir.

   Tomé una decisión por ambos, más por él que por mí. O al menos eso quiero pensar, pues yo espero que, sea cual sea el destino del alma después de la muerte, al menos ya no este sufriendo. Y en lo que a mi respecta, sé que el dolor irá disminuyendo en cuanto su recuerdo permanezca conmigo.


   

Mi propio valor




Pon un vaso con agua en el velador junto a tu cama durante toda una noche.
Si al día siguiente el vaso tiene burbujas en su interior, es por que hay personas a tu alrededor que sienten envidia de ti.

Este truco lo oí mas de alguna vez de distintas personas que, en algún momento de sus vidas, se sintieron angustiadas. Debo admitir que hice un par de pruebas al respecto y hubo veces en las que el vaso estaba lleno de burbujas; y otras en las que no. Y no es que con esto quiera poner en duda la efectividad de este tipo de experimentos que, a decir verdad no conozco alguna base científica que lo respalde. Es más bien el trasfondo que nos motiva a realizarlo lo que pongo en cuestionamiento.

Que pensemos que la gente sienta envidia de nosotros habla más de nuestro propio ego que el de ellos. El simple hecho de creer que somos objeto de interés para otra persona, nos devela un aspecto de nuestra propia personalidad narcisista a tal punto, que es causa de preocupación.

            Necesitamos medir el nivel de interés que generamos en otros, para validar nuestra propia autoestima. Y en qué ocasiones sentimos necesario hacerlo, justamente en aquellos momentos en que nos cuestionamos nuestro propio valor.

            Hay veces que he oído hablar de la buena envidia o envidia sana y de la envidia en general acuñándole una connotación positiva a sentir cierto grado de envidia cuando en realidad el término en sí se refiere a lo mismo, independiente su grado, al malestar que uno siente por el bien de otro. Muchas veces he sentido envidia. Siento que hay personas que no merecen lo que tienen y que, sin esfuerzo alguno, lo tienen y yo, que me he esforzado mucho más para obtenerlo, no. Y ahí es donde reflexiono profundamente sobre la injusticia y me cuestiono no sólo mi propio valor, sino también intento engrandecerlo, disminuyendo el de los demás potenciando sus defectos.
                       
            En esos momentos en que me siento mínima, es cuando necesito medir el nivel de envidia que siente por mi el resto y de algún modo elevar mi propia estima. Lo cierto es que por más que este experimento pueda revelarme algún resultado al respecto, lo que el agua esta midiendo en realidad es lo que hay en mi propio ambiente y no lo que sienten los demás que, incluso pudieran estar en zonas geográficas distintas. La envidia no es mas que sólo un indicador de que mi autoestima es pobre y que mis propias capacidades no son suficiente para validarme ante mi misma, a tal punto que necesito empobrecer a los demás para yo poder brillar.