Es impresionante notar cómo
algunas cosas se conectan, y sólo cuando ocurren, logras ser consciente de
ello. Recuerdo una vez, que una compañera del colegio contó que cuando uno
lloraba, las lágrimas también salían por la nariz, y por eso suele salir agua
de la nariz en ciertas ocasiones. Ahora que sufro de sinusitis frecuentemente, aprendí
que la causa emocional de esta enfermedad era justamente porque las lágrimas
quedaban retenidas en los senos paranasales y congestionaban esta zona, y luego
de un tiempo acumulados, suelen infectarse y desarrollar así esta enfermedad.
Cuando leí el artículo, una
profunda pena me inundó y quise recordar qué lágrimas no expulsadas pudieron haber
sido la causa de mi malestar y congestión. En qué ocasiones las retuve para
demostrar o quizá demostrarme a mí misma, que soy valiente. La verdad es que
lloré durante mucho tiempo en una etapa en mi vida en que mi seguridad se
desplomó y sentí que todo lo que había construido, lo hacía también. En esa
oportunidad creí que lo había llorado todo, creí que a cada persona le estaba designado
ciertos litros de lágrimas durante toda su vida, y yo ya había agotado esa cuota.
Pero la verdad es que me he ido dando cuenta que el nivel de lágrimas no es la
misma cantidad para cada persona. Las lágrimas, en realidad, son proporcionales
a la vida que lleve cada uno, y a las decisiones que vayamos tomando y que van
formando nuestra personalidad y nuestra independencia emocional. Tal vez
ciertas creencias nos lleven a pensar que cargamos con los registros heredados
de nuestros progenitores y de toda la procedencia familiar. Tal vez podamos atribuir
nuestra melancolía a aquello que nos tocó vivir, o a las personas que llegaron
a nosotros y a las que ya no están. Lo cierto es que ello puede marcarnos, pero
lo que no puede hacer, es determinarnos.
Podemos acumular tristezas en nuestras
cavidades nasales y paranasales con la idea de que no tenemos opción de cambiar
ciertas situaciones en nuestra vida. Podemos pensar que no somos dignos de otra
vida ya sea porque no la merecemos o por que algún ser superior decidió por
nosotros. La verdad es que haya sido por la existencia de un creador o por
evolución de las especies, los que decidimos cómo vamos a vivir esta vida somos
cada uno de nosotros. Cada acción que emprendemos y las que no, van forjando
nuestra personalidad y modelando nuestra vida. Si no nos sentimos satisfechos con
ello, es tiempo de empezar a tomar decisiones diferentes, pero siempre hay algo
que ya no debemos hacer más, y que es acumular lagrimas en nuestro interior.
Tarde o temprano, esas lágrimas comenzaran a pudrirse y acabaran infectando
nuestro sistema.
En lo personal, suelo expresar
una cantidad variada de emociones, a través de lágrimas. Lloro cuando estoy muy
feliz, y también cuando estoy muy triste. Lloro por miedo, por nerviosismo, por
el frío, por el aire denso, de rabia, de impotencia. Lloro con la cebolla, con
el alcohol y también con ciertas películas. Una cantidad innumerable de
emociones que no fueron expresadas y que ahora no me permiten respirar bien ¿Será
que, si lloro ahora, aún sin un motivo claro, pueda lograr descongestionar mi
alma?