Amigos...y nada más



   Cuando decidí aceptar tu proposición, no imaginé lo lejos que nos llevaría eso.
Has estado casi toda una vida a mi lado; siempre estuviste ahí en los momentos solemnes de la vida en los que o necesité desahogarme o simplemente compartir una alegría. 

   Poco a poco mi timidez se iba doblegando a las entusiastas preguntas que solían enfocarse mas en aquellos episodios con algún tono sexual. Era evidente que ese tema llamaba particularmente tu atención, en especial si se trataba de quebrar con mi celibato que si bien a esa edad no era intencional, si poseía cierto misticismo de inocencia y religiosidad en mi afán por querer guardar mi virginidad al príncipe azul que yacía en algún lugar del mundo esperando por mí. 

   Fuiste un pilar fundamental en mi maduración sexual, no porque tuviéramos encuentros de ese tipo, y cabe mencionar en este punto que nuestras conversaciones se limitaban al programa de mensajería instantánea vigente; sino mas bien por que te dedicabas a ilustrarme en las más diversas posibilidades que pudieran presentarse en un encuentro entre dos personas. Con mi primer acercamiento, mi destape sexual, fuimos distanciándonos por periodos prolongados. El tema de tener una pareja me excitaba tanto que enfocaba mis energías y tiempo sólo en complacerlo. Con el quiebre de esa relación, también se quebraron mis emociones y las bases en que había decidido fundar mis principios. Hasta ese entonces el haberme guardado para aquel hombre especial durante tanto tiempo, y el haber retrasado mi iniciación sexual por ello, ahora me hacían pensar que había sido una pérdida de tiempo. Con frenesí busqué durante mucho tiempo poder llenar ese vacío no solo sexual, sino también y mas bien emocional sin resultados positivos. Cuando mi esperanza se vio mermada por las circunstancias y por mi carácter; surgió lo impensado: podía hacerlo sin sentirme una mesalina pecadora. Tu fuiste el primero en celebrar conmigo aquel episodio ipso facto con tu particular interés.

   A pesar de que te lo sugerí abiertamente en mas de alguna oportunidad y en los mas diversos estados emocionales, tú nunca accediste a tener algo conmigo. Nuestros encuentros frente a frente, siempre se limitaron a lo que durara una película o una comida rápida en el camino.

   Por algún motivo que aún desconozco, el quiebre de tu relación de pareja gatillo cierta curiosidad por conocerme en otra faceta, por llevar nuestra amistad a un plano distinto, no a un nivel mas profundo en lo emocional sino mas bien a un nivel mas banal. Fue de este modo en que llegamos a involucrarnos sexualmente. Nuestro primer encuentro si bien no fue lo que esperé todo este tiempo, si fue fundamental para que se desencadenara una relación donde el sexo ahora se volvía la razón esencial de nuestros encuentros. 

   Sumergidos en el deseo y la pasión nos olvidamos de la amistad y la relación se fue tornando lentamente carnal, fría y calculada. Nuestras conversaciones se volvieron insignificantes, casi una excusa para romper el hielo y disimular de cierto modo la verdadera causa que nos convocaba. Si en este momento pudiera escoger entre tu amistad y tu pasión, no dudaría en escoger la primera. Aquella me entregaba satisfacciones mas duraderas; a largo plazo y con esto no digo que no me sienta satisfecha en lo sexual, sin embargo necesitaba que lo hiciéramos mas frecuentemente sólo para sentirte cerca por mas tiempo y antes eso se daba como consecuencia de nuestras largas conversaciones, ahora inexistentes. Ahora te necesito como amigo mas que nunca. Quiero oír tu consuelo y que me digas que este hombre tampoco vale la pena y que puedo seguir adelante. Siempre fuiste ese hakunamatata que me devolvía la alegría cuando mis emociones flaqueaban y lo irónico ahora es que tú las provocas y que lo mas seguro es que ni te hayas dado cuenta.