Sabían que el mecanismo de la sed es tan débil que suele confundirse con hambre. Con el simple hábito de beber un vaso con agua antes de saciar esa sensación con comida, lograríamos mejoras visibles tanto en nuestra salud como en la apariencia.
Siguiendo este mismo antecedente, es que me detuve a pensar en qué otras situaciones en la vida llegamos a confundirnos.
Partiendo de la base en que el ser humano es un ser confuso, tanto más lo es su complejo modo de relacionarse con su entorno y con sí mismo. Resulta sencillo notar las cualidades y defectos de otras personas, criticarlos, alabarlos y hasta prejuiciarlos es una actitud que nos sale fácil aún cuando nadie a pedido nuestra opinión. Pero hay que ver qué dificil nos resulta definirnos a nosotros mismos con la misma propiedad, seguridad y hasta asertividad. Sentimos la autoridad de referirnos de nosotros por el sólo hecho de ser quienes más pasamos tiempo con nosotros mismos. Sin embargo, y a pesar de lo que pudiera pensarse al respecto, no nos conocemos tanto como debieramos. No he conocido persona alguna que pueda explicarme quién es y no responder con su nombre u ocupación. Solemos creer que somos como nos llamamos o a lo que nos dedicamos. Ciertamente que eso no es lo que somos. Somos, sin duda, más que un nombre, más que una profesión o algún oficio al que nos dediquemos a ejercer.
Llegué a desarrollar este tema debido a un comentario que mi cuñada hizo al tratar de explicar cómo se sentía ante una situación en particular, que no recuerdo y que no viene al caso tampoco ahondar. Ella simplemente mencionó que "le daba cosa", siento un "no se qué" no pudiendo definir con claridad la sensación que experimentaba.
Asco, miedo, repulsión, pena, cuántas veces nombramos algún sentimiento cualquiera para definir una emoción que no podemos explicar. Cuántas, confundimos con pena la frustración, con asco la repulsión y así nos ha pasado con otros sentimientos que no nos detenemos a pensar y que simplemente catalogamos arbitrariamente.
Confundimos sentimientos, al igual que como con la sed, y nos dejamos convencer con un término erróneo y por ahorrarnos el tiempo de pensar tal vez, o simplemente por comodidad quedamos conformes con ese concepto. Y por qué será necesario tener claro qué sentimos cuando sentimos, pues por que al saber cuál es el problema, podemos llegar a una mejor solución. Teniendo clara la enfermedad, sabremos con qué remedio tratarla. Tomarnos un momento para identificar la emoción marcaría la diferencia en cómo abarcar el problema para poder superarlo. Cuántos llantos nos ahorraríamos si pudiéramos entender lo que nos sucede y cómo nos afecta; poder transmitir ese sentimiento con precisión a los demás para que sepan cómo pueden ayudarnos. Penas, miedos, rabias, frustraciones, pudieran parecer una misma cosa pero al analizarla en detalle cada una encontraríamos matices que nos darían la clave para generar la medicina, veríamos que se refieren quizá a distintos grados de intensidad, qué se yo. Podríamos calmar con un vaso con agua lo que estamos atacando con comida.